Investigadoras de la Universidad de Valladolid (UVa) y de la Universidad de Chile han estudiado las alteraciones del lenguaje que presentan las personas con diagnóstico de esquizofrenia crónica y pacientes que han sufrido el primer brote de la enfermedad.
Actualmente, el diagnóstico de la esquizofrenia se realiza a partir de múltiples factores neuropsicosociales, ya que hasta la fecha no se conocen marcadores biológicos. Por ello, el uso de indicadores de déficit en el lenguaje puede ser considerado como una estrategia emergente para mejorar la detección precoz de la enfermedad y para recibir un tratamiento más ajustado.
La investigación, que se ha desarrollado en los últimos siete años, ha centrado la tesis doctoral de Alicia Figueroa, quien trabaja en la Unidad de Psicolingüística Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en un grupo de estudio, investigación y docencia en psicosis de primer episodio. El trabajo ha sido dirigido por las profesoras Nieves Mendizábal, del Departamento de Lengua Española de la UVa y Natalia Jimeno, del Área de Psiquiatría de la UVa, ambas docentes en el Grado de Logopedia, quienes han iniciado una línea de investigación de trastornos del lenguaje en las esquizofrenias y colaboran con esta universidad chilena.
La tesis doctoral se enmarca en la Lingüística Clínica, una disciplina que se plantea como la interfaz entre la lingüística y las patologías del lenguaje, y que pretende describir y comprender todos aquellos aspectos del lenguaje que se encuentren afectados por alguna discapacidad, déficit, disfunción, deterioro o trastorno que requieran tratamiento clínico por representar una minusvalía para el paciente.
Las investigadoras señalan que las dificultades comunicativas que presentan las personas con esquizofrenia no han pasado desapercibidas en el marco de los estudios generales sobre esta patología. Sin embargo, “mientras que las alteraciones del lenguaje manifestadas en las formas crónicas de la esquizofrenia se han estudiado ampliamente y desde diferentes enfoques, la comprensión y sistematización de las manifestaciones en el primer episodio aún no se han analizado en profundidad". En la misma línea, agregan, “tampoco hay registro de investigaciones que aborden un contraste en el desempeño comunicativo en diferentes momentos evolutivos de la enfermedad".
El estudio que han planteado trata de contribuir a estas necesidades. Por un lado, se trata de analizar el comportamiento comunicativo de pacientes de esquizofrenia crónica y precoz, en una situación de habla similar al discurso espontáneo, utilizando para ello indicadores cuantitativos de coherencia discursiva ya descritos en la literatura. Por otro, se busca delinear el perfil lingüístico de los pacientes jóvenes, recién diagnosticados, para establecer un contraste con los pacientes crónicos y comprobar si existe la posibilidad de detectar indicadores tempranos del déficit en la coherencia de los discursos.
Para ello, Alicia Figueroa recolectó una muestra inicial de 160 entrevistas clínicas a personas de ambos sexos diagnosticadas con esquizofrenia, reclutadas de servicios de Salud Mental pública y privada de Santiago de Chile entre los años 2007 al 2013. Después, se obtuvo un corpus de 50 entrevistas, 25 realizadas a pacientes con esquizofrenia crónica y 25 a pacientes diagnosticados con esquizofrenia de primer episodio. El estudio se completó con 12 entrevistas sociolingüísticas realizadas a controles sanos.
Lenguaje esquizofrénico
Los resultados obtenidos por las investigadoras permiten afirmar que existe un perfil lingüístico que puede ser denominado como “lenguaje esquizofrénico". “Las alteraciones del lenguaje que se presentan en las personas con esquizofrenia pueden investigarse y son susceptibles de evaluación lingüística", afirman, al tiempo que añaden que el lenguaje esquizofrénico “es un rasgo permanente y prevalente durante todo el curso de la enfermedad y las alteraciones del lenguaje se encuentran presentes desde el primer episodio".
Del mismo modo, a pesar de la diversidad de las alteraciones lingüístico-comunicativas, consideran que es posible diferenciar algunas que pueden servir como indicadores de déficit. “Algunos de esos indicadores de déficits que fueron investigados en los pacientes de primer episodio pueden constituir indicadores tempranos. Entre estos fenómenos encontramos disfunciones como falsos inicios de turnos de habla o proposiciones, pausas extensas, volumen léxico, construcciones referenciales, gestión temática, saltos topicales, toma de turnos de habla o la utilización de pares adyacentes, entre otros", detallan.
La importancia de desentrañar la desorganización del lenguaje desde el primer episodio de esquizofrenia representa un problema desafiante para la psiquiatría actual ya que en la medida que se defina el perfil lingüístico en esta etapa aumentan las posibilidades de una comprensión integral de la enfermedad, y por tanto, de un tratamiento oportuno. Asimismo, equipos interdisciplinarios compuestos por profesionales de las diferentes áreas que puedan tratar al paciente (psiquiatras, neurólogos, psicólogos, logopedas –fonoaudiólogos- y lingüistas) permitirían optimizar la atención a las personas afectadas de psicosis.
Próximos pasos
Para seguir avanzando en esta línea, las investigadoras prevén publicar un corpus al que han denominado LEPSI (Lenguaje, Esquizofrenia y Psicosis) que contenga entrevistas clínicas y su correspondiente análisis psicopatológico, neurocognitivo y lingüístico, como contribución al medio clínico. Asimismo, desean ampliar la muestra de estudio de pacientes de primer episodio y añadir nuevas pruebas y tareas, así como elaborar un modelo de ‘screening’ o cribado discursivo que pueda aplicarse dentro de la entrevista clínica que realizan los especialistas.
“En muchas ocasiones se cuenta con poco tiempo y en los servicios de salud pública de España y Chile, a menudo los pacientes no regresan hasta presentar un cuadro agudo, con el consecuente deterioro cognitivo. Este ‘screening’ contendría los indicadores de mayor sensibilidad encontrados en este estudio", aseguran las expertas, lo que permitiría mejorar el manejo de estos pacientes.
A medio plazo, con los datos de un estudio multicéntrico de mayores dimensiones, las investigadoras creen que sería interesante proponer algún tipo de evaluación lingüístico-comunicativa para la población juvenil chilena y española en edad escolar, entre 12 y 14 años, con el propósito de revelar posibles disfunciones. “Esta evaluación podría ser incorporada en las escuelas y aplicada por agentes preparados, puesto que es frecuente que sean los docentes quienes inician las pesquisas en torno al comportamiento singular de sus alumnos, incluso antes de que los padres lo reporten", concluyen.