
Este mecanismo es tan diferente de todo lo descubierto previamente acerca de la biología subyacente en el dolor, que podría ser, por así decirlo, el Talón de Aquiles del dolor inflamatorio crónico, que es muy difícil de tratar.
Tal como expresa el investigador principal, John Wood de la citada universidad, cuando una persona experimenta dolor crónico como resultado de algún tipo de inflamación, como sucede en la artritis, el umbral del dolor se altera notablemente. Actos que una persona común puede hacer normalmente sin dolor, como caminar o ponerse la ropa, se vuelven muy dolorosos para esos pacientes.
El dolor crónico inflamatorio puede ser tratado con analgésicos, pero estos suelen ejercer su efecto en todo el cuerpo y también pueden ocultar nuestra percepción del dolor agudo en casos en los que éste sirve de aviso de que algo va mal en nuestro interior. Imagínese que no sintiera un dolor agudo cuando, accidentalmente, tocase el horno.
Usted no experimentaría la urgencia punzante de retirar su mano rápidamente, y podría terminar con una quemadura grave.Lo que los médicos realmente querrían hacer con el dolor es devolver el umbral de éste a la normalidad en las personas que sufren de dolor inflamatorio crónico, en vez de mitigar cualquier clase de dolor en todo el cuerpo. De ese modo, desaparecería el dolor innecesario pero la persona conservaría intacta la capacidad de percibir el dolor útil si se topase con una situación de peligro para su integridad física.
Hoy en día los medicamentos como la aspirina, que pueden hacer esto, provocan diversos efectos secundarios. Sin embargo, el reciente descubrimiento del equipo de Wood podría posibilitar la invención de una clase de fármacos capaces de actuar de una manera totalmente nueva.
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