Una de cada 25 muertes en el mundo se produce por culpa del alcohol, una droga que en España es la primera causa de cirrosis, produce ictus, infartos y aumenta el riesgo de cáncer. Sin embargo, a pesar de sus tremendas repercusiones, el arsenal de medicamentos para tratar el alcoholismo todavía es muy limitado.
A la espera de que en España se comercialice un nuevo fármaco aprobado a principios de este año en Europa (nalmefeno, para reducir el consumo de alcohol), el campo de la Psiquiatría se muestra ávido de nuevas propuestas terapéuticas dirigidas a quienes sufren este tipo de adicción, aproximadamente entre un 2,5% y un 5% de la población española.
En esta 'carrera' por encontrar otros fármacos eficaces y seguros, un equipo de científicos del Scripps Research Institute de California (en Estados Unidos) presenta un ensayo clínico que respalda el uso que hacen algunos psiquiatras españoles de la gabapentina, un antiepiléptico que, en vista de los resultados, "podría tener importantes beneficios en las personas dependientes del alcohol", concluyen los autores en su artículo, publicado en la revista 'JAMA Internal Medicine'.
En general, explica Gabriel Rubio, psiquiatra del hospital madrileño 12 de Octubre, "hay muy pocos medicamentos cuya ficha técnica indique su uso específico en el tratamiento de la dependencia del alcohol. En España hay cuatro: acamprosato y naltrexona, para disminuir el deseo por la bebida, y disulfiram y cianamida cálcica, que son aversivos. Es decir, si el paciente toma alcohol, la combinación hace una especie de reacción y aparecen síntomas como mareos, sensación de falta de aire, tensión arterial baja...".
Independientemente de los autorizados, argumenta el especialista español, "la mayoría de los médicos usamos otros fármacos que sabemos que son útiles, aunque en su ficha no viene indicada la recomendación". Ocurre por ejemplo con antiepilépticos como el topiramato. "Actúan normalizando una serie de neurotransmisores (Gaba) que se alteran en el alcohólico crónico. Si no beben alcohol, Gaba empieza a disminuir mientras que el paciente comienza a ponerse nervioso". En definitiva, "los antiepilépticos alivian los efectos provocados por el uso continuado del alcohol".
Eficaz y sin efectos secundarios
Si ya se están utilizando antiepilépticos, ¿cuál es la novedad que acompaña a gabapentina? Según otro especialista español consultado por EL MUNDO, Francisco Montañés, responsable de Psiquiatra del Hospital Universitario Fundación Alcorcón de Madrid, "el problema de los antiepilépticos comunes es que pueden producir náuseas, vómitos, mareos y descamación de la piel". La gabapentina, sin embargo, tal y como subraya la principal autora de la investigación, Barbara J. Mason, "no ha mostrado efectos adversos en los participantes del estudio". Y además, recalca, ofrece resultados iguales o mejores.
En el estudio participaron 150 personas con dependencia al alcohol moderada (una edad media de 40 años, bebían cinco días a la semana unas seis o siete copas cada día). De forma aleatoria, se les asignó un medicamento diferente. A unos, tratamiento placebo, a otros 900 miligramos en pastilla de gabapentina y al resto 1.800 miligramos de la misma sustancia.
Después de 12 semanas, quienes habían recibido dosis altas consiguieron una abstinencia total cuatro veces mayor que el grupo placebo (17% frente al 4%). Entre los primeros, el doble de participantes lograron reducir el consumo, en comparación con los segundos.
En cuanto a los pacientes que recibieron 900 miligramos de gabapentina, "mostraron beneficios intermedios en comparación con el grupo de dosis alta", señalan los autores del estudio. Esto, "probablemente refleja lo que los médicos llaman un "efecto de dosis-respuesta, un buen indicio de que el tratamiento realmente funciona".
Otra de las ventajas de gabapentina, reza el artículo, es que, a diferencia de los cuatro fármacos autorizados en España, "es realmente efectiva a la hora de reducir la ansiedad, la depresión, el insomnio y otros síntomas de abstinencia".
Gracias a su tolerencia, señala el psiquiatra Rubio, "este antiepiléptico se le puede ofrecer en dosis altas la paciente desde el principio (para paliar el síndrome de abstiencia). Las cantidades del resto de los antiepilépticos hay ir subiéndolos poco a poco de forma progresiva".
De momento, a falta de futuras investigaciones que concluyan estos resultados y los comprueben en una muestra mayor de pacientes y en personas con dependencia al alcohol más grave, no se puede decir que gabapentina se plantee como tratamiento sustitutivo sino como un aliado más. El Mundo.es
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jueves, 7 de noviembre de 2013
jueves, 18 de julio de 2013
Los especialistas aseguran que "es más peligroso empezar a tomar de adolescente que de adulto"
Alcoholismo
El consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia temprana es más peligroso que empezar a tomar en la adultez debido a factores neurológicos y psicológicos que predisponen a un mayor consumo sostenido. Así afirmó un estudio de investigadores del Conicet en Córdoba.
"Es más peligroso empezar a tomar en la adolescencia que empezar a tomar en la adultez, y la idea de iniciar a los niños con el alcohol en la mesa familiar es errónea: van a seguir consumiendo, y no en cantidades inocuas", dijo a Télam Ricardo Pautassi, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Médicas Martín Ferreyra y Universidad Nacional de Córdoba.
Pautassi hizo investigación básica en un modelo animal en el que se analizaron preferencias por el alcohol o por el agua y, con las mismas preguntas de la investigación, la becaria postdoctoral Angelina Pilatti encuestó a 650 estudiantes de escuelas primarias y secundarias cordobesas sobre consumo de alcohol.
"Vimos que entre los 10 y los 12 años es un período crítico en el que ocurren una serie de cambios que los predispone a iniciar el consumo de alcohol, y observamos que aquellos que empezaban antes de los 13, tienden a consumir más alcohol", afirmó Pilatti.
Pautassi enfatizó que "la relación es casi lineal: cuanto más chicos empiezan a tomar, más consumen" luego.
"Forman sus expectativas de consumo en torno a lo que ven, así que no hay que darles ni consumir frente de ellos bebidas alcohólicas porque lo van a reproducir", refirmó.
Pautassi planteó que "implica la idea de que el control a nivel de la casa y la intervención del Estado en la reducción del consumo, como ocurrió con el tabaco, tendría enormes cambios".
"Está estudiado en varios lugares que si se bajan las bocas de expendio (de alcohol) cerca de los colegios, baja el consumo, así como el regular puestos, precios y horarios de venta", indicó.
"Las investigaciones aportan evidencia de que el contacto en edades tempranas activa mecanismos a nivel neurológico y psicológico que explicarían posteriores adicciones", agregó.
El experimento sobre animales incluyó ratas jóvenes, que tienen similitudes de dieta respecto a los procesos en otros mamíferos, explicó.
Asimismo, "el joven es más activo, el cerebro cambia de manera similar en las dos especies, el comportamiento de hiperactividad y los patrones de cambio de ciclo de sueño son los mismos, (porque) la adolescencia es un período evolutivo".
"Como a los mamíferos el sabor del alcohol les resulta feo, al principio del experimento lo mezclamos con un poco de azúcar y se lo ofrecimos a ratas adolescentes y adultas", contó Pautassi.
"Tras un período de abstinencia, se les ofreció durante un mes alcohol y agua a través de dos tubos, observando que las más jóvenes elegían preferentemente consumir alcohol, a diferencia de lo que hacía el grupo de control -no manipuladas- y las mayores", detalló.
"Las mismas preguntas que formuló Pilatti a nivel epidemiológico, nos las hicimos nosotros también, y el modelo animal contribuye a aportar elementos a una investigación más compleja", dijo.
Por ejemplo, "para estudiar neurológicamente qué parte del cerebro cambia desde el feto de un rata alcohólica, o un estudio genético sobre los propios animales, formando dos familias -las que gustan y las que no gustan del alcohol-, a partir de la cruza entre el grupo que toma más o menos, con genes más o menos expresados".
En su tesis doctoral en el Laboratorio de Psicología de la Facultad cordobesa, Pilatti encuestó a unos 300 niños de ocho a 12 años y 350 adolescentes de entre 13 y 17, de escuelas públicas y privadas, a quienes volvió a contactar un año después, para medir los cambios producidos.
Se buscaba además indagar en las expectativas positivas que tienen frente al alcohol, como la creencia de que los efectos que tiene el consumo son deseables por la desinhibición y la diversión, y cuánto creen que beben sus padres y sus pares.
"En humanos ya nos hemos metido en ver si influyen factores familiares, y ahora nos preguntamos quiénes de esos adolescentes están en más riesgo de empezar a consumir, lo cual será material de otro `paper´ (escrito científico)", anticipó el investigador.
La respuesta preliminar es que se verifica un mayor consumo de alcohol en los animales ansiosos, lo cual fue analizado en 120 ratas a través de test que mide grados de ansiedad dependiendo de cómo exploran el laberinto. Télam
El consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia temprana es más peligroso que empezar a tomar en la adultez debido a factores neurológicos y psicológicos que predisponen a un mayor consumo sostenido. Así afirmó un estudio de investigadores del Conicet en Córdoba.
"Es más peligroso empezar a tomar en la adolescencia que empezar a tomar en la adultez, y la idea de iniciar a los niños con el alcohol en la mesa familiar es errónea: van a seguir consumiendo, y no en cantidades inocuas", dijo a Télam Ricardo Pautassi, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Médicas Martín Ferreyra y Universidad Nacional de Córdoba.
Pautassi hizo investigación básica en un modelo animal en el que se analizaron preferencias por el alcohol o por el agua y, con las mismas preguntas de la investigación, la becaria postdoctoral Angelina Pilatti encuestó a 650 estudiantes de escuelas primarias y secundarias cordobesas sobre consumo de alcohol.
"Vimos que entre los 10 y los 12 años es un período crítico en el que ocurren una serie de cambios que los predispone a iniciar el consumo de alcohol, y observamos que aquellos que empezaban antes de los 13, tienden a consumir más alcohol", afirmó Pilatti.
Pautassi enfatizó que "la relación es casi lineal: cuanto más chicos empiezan a tomar, más consumen" luego.
"Forman sus expectativas de consumo en torno a lo que ven, así que no hay que darles ni consumir frente de ellos bebidas alcohólicas porque lo van a reproducir", refirmó.
Pautassi planteó que "implica la idea de que el control a nivel de la casa y la intervención del Estado en la reducción del consumo, como ocurrió con el tabaco, tendría enormes cambios".
"Está estudiado en varios lugares que si se bajan las bocas de expendio (de alcohol) cerca de los colegios, baja el consumo, así como el regular puestos, precios y horarios de venta", indicó.
"Las investigaciones aportan evidencia de que el contacto en edades tempranas activa mecanismos a nivel neurológico y psicológico que explicarían posteriores adicciones", agregó.
El experimento sobre animales incluyó ratas jóvenes, que tienen similitudes de dieta respecto a los procesos en otros mamíferos, explicó.
Asimismo, "el joven es más activo, el cerebro cambia de manera similar en las dos especies, el comportamiento de hiperactividad y los patrones de cambio de ciclo de sueño son los mismos, (porque) la adolescencia es un período evolutivo".
"Como a los mamíferos el sabor del alcohol les resulta feo, al principio del experimento lo mezclamos con un poco de azúcar y se lo ofrecimos a ratas adolescentes y adultas", contó Pautassi.
"Tras un período de abstinencia, se les ofreció durante un mes alcohol y agua a través de dos tubos, observando que las más jóvenes elegían preferentemente consumir alcohol, a diferencia de lo que hacía el grupo de control -no manipuladas- y las mayores", detalló.
"Las mismas preguntas que formuló Pilatti a nivel epidemiológico, nos las hicimos nosotros también, y el modelo animal contribuye a aportar elementos a una investigación más compleja", dijo.
Por ejemplo, "para estudiar neurológicamente qué parte del cerebro cambia desde el feto de un rata alcohólica, o un estudio genético sobre los propios animales, formando dos familias -las que gustan y las que no gustan del alcohol-, a partir de la cruza entre el grupo que toma más o menos, con genes más o menos expresados".
En su tesis doctoral en el Laboratorio de Psicología de la Facultad cordobesa, Pilatti encuestó a unos 300 niños de ocho a 12 años y 350 adolescentes de entre 13 y 17, de escuelas públicas y privadas, a quienes volvió a contactar un año después, para medir los cambios producidos.
Se buscaba además indagar en las expectativas positivas que tienen frente al alcohol, como la creencia de que los efectos que tiene el consumo son deseables por la desinhibición y la diversión, y cuánto creen que beben sus padres y sus pares.
"En humanos ya nos hemos metido en ver si influyen factores familiares, y ahora nos preguntamos quiénes de esos adolescentes están en más riesgo de empezar a consumir, lo cual será material de otro `paper´ (escrito científico)", anticipó el investigador.
La respuesta preliminar es que se verifica un mayor consumo de alcohol en los animales ansiosos, lo cual fue analizado en 120 ratas a través de test que mide grados de ansiedad dependiendo de cómo exploran el laberinto. Télam
miércoles, 8 de octubre de 2008
Alcoholismo una adicción que crece
El alza del consumo de alcohol en la población juvenil y escolar, desde edades muy tempranas, más el aumento de las situaciones de embriaguez, muestra una realidad anormal que en forma rápida ha desbordado modos tradicionales de prevención y control, y que representa la puerta de entrada a las otras amenazas de dependencia de sustancias psicoactivas.
El alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción son tres epidemias contemporáneas que afectan de modo muy especial a la juventud, el segmento más vulnerable de la sociedad.
Pese a que la legislación prohíbe su venta a menores, el consumo de alcohol entre los adolescentes argentinos es cada vez más masivo: el 73 por ciento de los varones y el 63 por ciento de las chicas de entre 15 y 19 años toman bebidas alcohólicas, según revela un estudio realizado por el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La investigación contiene otro dato aún más significativo: el 95 por ciento de los adolescentes que toman alcohol dice que cuando lo hace "pierde el control sobre su conducta". La encuesta fue realizada entre 2006 y 2007 entre 4971 chicos que en ese momento cursaban el secundario en 85 escuelas públicas de veintiuna provincias y de la ciudad de Buenos Aires.
En los hospitales porteños se atienden cada vez más adolescentes que llegan borrachos. En la guardia del hospital Fernández, por ejemplo, en el 2005 fueron atendidos 289 menores de 20 años, según informó el jefe del Servicio de Toxicología, Carlos Damín. En 2006, la cantidad había sido algo menor, aproximadamente unos 270 jóvenes. Por otra parte, en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez también atienden cada vez más chicos ebrios. En los primeros cinco meses de este año, fueron atendidos allí 22 pacientes de entre 7 y 17 años por presentar síntomas de intoxicación alcohólica.
Otro dato significativo es el que aporta Alcohólicos Anónimos (AA) que señala que los jóvenes ya son un tercio de los que concurren en busca de ayuda, cuando históricamente estaban acostumbrados a tratar con hombres y mujeres mayores de 40 años. En la actualidad, es muy importante la cantidad de chicos de entre 16 y 22 años, y la mayoría llega con dos problemas: las drogas y el alcohol. Se estima que en la Argentina hay casi 2 millones de alcohólicos.
Según datos de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), por año mueren en el país unas 25 mil personas por causas relacionadas con esa adicción.
Las consecuencias del abuso de bebidas alcohólicas son graves. Mientras dure la borrachera y el alcohol esté en la sangre, pueden aparecer vómitos, náuseas, mareos, disminución de la agudeza visual y, en los casos más severos, pérdida de la conciencia, que puede llegar hasta el coma. En cambio, para los alcohólicos crónicos, las consecuencias son más graves: lesiones cardiológicas, mayor incidencia en tumores hepáticos y problemas digestivos como úlcera, gastritis y cirrosis, entre otras.
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