Peter Gray. (Foto: Boston C.) |
Gray se basa en que cuando juegan juntos niños y niñas de edades diferentes, en condiciones aceptables, los participantes de más edad sirven de puntal para elevar el nivel de complejidad de las actividades que realizan los de menos edad, de tal modo que ese grado más sofisticado de juego les hace ejercitar a los pequeños sus habilidades cognitivas mucho más que si jugasen sólo con los de su misma edad.
En estudios anteriores, se ha verificado un fenómeno bien conocido por la sabiduría popular y por la experiencia de mucha gente con hermanos de edades distintas: Los compañeros de juego de más edad exponen a los más jóvenes a conceptos más complejos de lenguaje, matemáticas, sociabilidad y otras áreas. Y, por otra parte, como muchos hermanos y hermanas mayores podrán reconocer, al interactuar en sus juegos con niños más pequeños, ejercitan sus capacidades de liderazgo, crianza, y docencia.
Tal como señala Gray, desde una perspectiva evolutiva, la situación natural para un niño que juega con otros es que sus compañeros de juegos sean de varias edades. Nuestros ancestros humanos y homínidos muy probablemente vivían en grupos pequeños, lo que hacía infrecuente que un niño pudiera jugar con otros de su misma edad, y habitual que sus compañeros de juego disponibles fuesen de varias edades.
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