(NCYT) Los antropólogos han especulado con frecuencia sobre la posibilidad de que la aversión de los humanos hacia las serpientes pudiera ser resultado de una historia evolutiva común, pero como las serpientes tragan enteras a sus presas, ha quedado muy poca evidencia fósil que ayude a definir la relación entre serpientes y primates.
El nuevo estudio proporciona datos poco comunes sobre las complejas relaciones ecológicas y evolutivas entre primates (incluyendo a los humanos) y serpientes. Es uno de los primeros que se vale de informes científicos sobre humanos cazadores-recolectores del siglo XX para documentar el triple papel de estos como presa, depredador y competidor de un depredador salvaje. La investigación también utiliza datos de historia natural para mostrar que cada linaje importante de primates actuales ha tenido en las serpientes a presas y depredadores a un tiempo, o dicho de modo claro, esos primates han comido serpientes y han sido comidos por ellas.
Se ha especulado desde hace tiempo sobre la posibilidad de que las serpientes hayan tenido una relación significativa con los primates a lo largo de su historia evolutiva común. La investigación realizada por el equipo de Harry Greene, experto en serpientes de la Universidad de Cornell, y el antropólogo Thomas Headland de SIL International en Dallas, Estados Unidos, brinda la prueba más contundente de esa relación.
En la década de 1960, Headland registró observaciones etnográficas, revisadas y analizadas para el estudio actual, de un grupo moderno de cazadores-recolectores de una etnia filipina caracterizada entre otras cosas por su muy corta estatura. Un hombre adulto promedio pesa unos 40 kilogramos, siendo lo bastante pequeño como para poder ser devorado por serpientes adultas de la especie Python reticulatus, que pueden llegar a medir 8 metros de longitud. Su estudio de 120 personas de este grupo de Filipinas reveló que el 26 por ciento de los hombres (15 de 58) y 1 de 62 mujeres, las cuales pasan mucho menos tiempo en la selva, habían sido atacados por esas serpientes Pitón.
Hubo, por ejemplo, seis ataques fatales entre 1934 y 1973. En uno de esos ataques, un padre entró en su vivienda y se topó con una escena atroz: una Pitón había matado a dos de sus hijos y se estaba tragando a uno de ellos por la cabeza. El padre mató a la serpiente a machetazos y encontró ileso a su tercer retoño, una niña de seis meses de edad.
Sucesos terribles como el descrito son un claro ejemplo de la acción depredadora que estas serpientes han ejercido sobre los humanos de esa comunidad, y previsiblemente de bastantes otras en diversas épocas de la historia y regiones del mundo. En el caso de ese grupo de cazadores-recolectores, se sabe que esas serpientes atacan activamente a humanos para devorarlos. Antes de que los humanos tuvieran cuchillos de hierro y armas de fuego, seguramente las tribus de cazadores-recolectores como ese grupo de Filipinas sufrían un número aún mayor de muertes por los ataques de esas serpientes u otras comparables.
Por otra parte, ese grupo de cazadores-recolectores en Filipinas también cazan y comen a las pitones de forma rutinaria. Y además, tanto ellos como esas serpientes cazan y comen ciervos, jabalíes y monos, compitiendo por tanto ambas especies entre sí como depredadores.
Los resultados del nuevo estudio también indican que, a lo largo de la historia humana, la amenaza de ser comidos por serpientes y el tener que competir con ellas por presas similares, debieron ejercer una presión constante sobre los cazadores-recolectores, sobre todo para los de pequeña estatura, así como para los primates en general, dado que ya había serpientes peligrosas cuando aparecieron los primeros primates hace unos 70 millones años.
miércoles, 25 de enero de 2012
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