Por Dante López Foresi
La nacionalización de empresas del Grupo Techint anunciada por el presidente Hugo Chávez en Venezuela provocó la reacción airada, asustada e inmediata de los medios de comunicación monopólicos cuyo referente es el Grupo Clarín. Su canal de cable TN ubicó a la noticia como la principal de cada media hora y le dedicó al desarrollo de la información varios minutos, de los cuales solo unos pocos segundos pudo escucharse a Chávez.
TN no aclaró que las empresas nacionalizadas recibieron la compensación económica correspondiente y que Venezuela sigue cumpliendo su cometido de recuperar para el Estado sus propios recursos soberanos. Pero abundaron declaraciones de dirigentes y candidatos opositores argentinos, y los primeros en prestarse a la defensa corporativa del capital y la propiedad privada fueron Mauricio Macri, Elisa Carrió y Alfonso Pratt Gay, quienes fueron puestos en pantalla varios minutos cada media hora y reproducidas sus declaraciones hasta el paroxismo capitalista en todos los medios que integran el holding mediático en todo el país.
Resultó lógica la reacción de Macri, oficiando como vocero de su familia, la cual se enriqueció durante décadas a expensas del Estado argentino, diciendo cosas tales como que la medida del líder bolivariano fueron contra "empresas privadas que dan trabajo a la gante" o que "es una confiscación inadmisible que atenta contra la propiedad privada y genera inseguridad jurídica" . Cualquier parecido de estas frases con las escuchadas durante la década menemista, no es pura coincidencia. Es coherencia capitalista.
El mensaje mediático soslayaba permanentemente la puesta en duda de que el Estado -venezolano en este caso pero como concepto en general- era capaz de administrar sus propios bienes y recursos, los cuales son mirados desde el resto del planeta como "la reserva de vida del futuro". Sin embargo, lo que sorprendió a muchos, es que el discurso de Elisa Carrió y Alfonso Pratt Gay fuese aún más reaccionario que el de Macri, teniendo en cuenta que se presentan a la sociedad como una alternativa de centro izquierda y cuestionan al gobierno de Cristina por no utilizar los recursos del Estado para distribuir equitativamente las riquezas. Carrió se mostró ante cámaras como evidentemente es: de derecha. "Es inadmisible esta confiscación y quiero denunciar que Néstor y Cristina Kirchner sabían que esto iba a suceder, porque Chávez viajó a Argentina para anticiparles su decisión", dijo Carrió, como si la medida chavista se tratara de un crimen de lesa humanidad que estaba a punto de cometer y no una medida soberana del pueblo venezolano.
Pero Carrió no se conformó con ello y desbordó verbalmente el fanatismo de los conversos (o "descubiertos in fraganti"). Agregó que "condeno esta confiscación disfrazada de nacionalización", y asintió con entusiasmo cuando escuchó a su compañero de fuerza Alfonso Pratt Gay decir que "lo que hizo Chávez atenta contra la propiedad privada y genera inseguridad jurídica", a la vez que exigía que el gobierno argentino condene al líder venezolano. Ambos utilizaron casi las mismas palabras que Mauricio Macri. Y los tres, exactamente las mismas que Carlos Menem, Domingo Cavallo, José Alfredo Martínez de Hoz y Jorge Rafael Videla, es decir, de los gobiernos que se prestaron gustosos a entregar el patrimonio nacional a manos privadas y a intereses norteamericanos con posiciones genuflexas y sometidas.
Parece extraño que una fuerza como la que representa Elisa Carrió se autodenomine progresista ¿O existe medida más progresista en el mundo que recuperar para el Estado los bienes y recursos explotados por manos privadas durante varias décadas? A Carrió, Macri y al "progresismo" argentino no les preocupa que una parte considerable del territorio argentino que posee recursos naturales no renovables pertenezca a manos privadas, sobre todo a nombre de holdings y poderosos del norte (mucho más al norte que Venezuela, claro). En esta ocasión utilizaron el mismo fervor "patriótico" para condenar la
nacionalización de empresas privadas en Venezuela que el que mostraron para proteger los intereses económicos del sector productivo que más ganó durante el gobierno de Néstor Kirchner como es el agropecuario.
Así, la alianza opositora argentina unificó desde 2008 el discurso con el golpismo anti chavista de Venezuela bajo una misma consigna: defender la propiedad privada y los capitales concentrados (incluidos los mediáticos) del avance estatista que representan la mayoría de los gobiernos sudamericanos, con Chávez y Venezuela a la cabeza.
"Inseguridad jurídica", "confiscación inadmisible", "defensa de la propiedad privada", es decir, exactamente los mismos términos simplificantes que usaba el menemismo y el cavalismo más rancio, ahora coinciden en bocas de Macri, Carrio, Pratt Gay y Clarín. Como dijimos en un artículo anterior "el que avisa no traiciona". Nadie puede hacerse el sorprendido cuando hablemos de ahora en más de la nueva derecha argentina maquillada de progresismo.
Esta otra alianza, la de los monopolios mediáticos, las empresas que crecieron mamando la teta del Estado y esta nueva derecha, podremos verla en todo su esplendor cuando se deba tratar en el Congreso la nueva Ley de Comunicación Audiovisual, es decir, la madre de todas las batallas: la cultural. Preparemos nuestros oídos para la peor música que para los intereses de las nacionales latinoamericanas, es la palabra de estos especímenes vernáculos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario