El bastión neoliberal de la región es el preferido de las agencias calificadoras y organismos internacionales. La realidad social de Chile reafirma el carácter espurio de las apariencias del modelo.
Los discursos tendientes a la legitimación de determinado modelo de desarrollo suelen estar atravesados por sorprendentes artilugios enunciativos. Las declaraciones del ministro de Hacienda chileno, Andrés Velasco, sobre un reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), son un ejemplo de ello. El reporte señala que en 2009 el PBI per cápita de Chile registraría una leve caída de 0,3 por ciento, situándose en 14.461 dólares, el más alto de la región.
El ministro afirmó: "A pesar de la crisis, a pesar del impacto que todos han sufrido, Chile aparece como el país de América Latina donde las familias y los hogares tienen mayor poder adquisitivo, mayor poder de compra", y remarcó que ello no es casualidad, sino que es "reflejo del esfuerzo que hace años venimos haciendo".
Seguramente Velasco no creerá que cada ciudadano chileno goza de ingresos anuales superiores a los 14.000 dólares. Sin embargo, sus palabras relacionan un cálculo simple y de poca significación (la división del producto bruto interno anual por la cantidad de habitantes), con el poder de compra real de cada uno de sus compatriotas. Algo así como una distribución perfecta de la riqueza nacional.
La cita anterior forma parte de una construcción discursiva específica y generalizada en los portavoces del sistema capitalista hegemónico del siglo 20, que aún clasifican el desempeño de los Estados con relación a la injerencia sobre los mercados.
Chile es uno de los pocos países de Latinoamérica que no ha sufrido crisis institucionales desde la adopción plena del modelo de desarrollo neoliberal, iniciado y desarrollado durante la dictadura de Augusto Pinochet. Desde 1989, los regímenes democráticos han transformado la estructura del Estado hasta convertirlo en un verdadero Estado Gendarme que vigiló 20 años de continuo crecimiento macro económico. La lealtad sistémica le valió al país austral el rango de Estado modelo.
La estabilidad política es un argumento que también suele utilizarse para inferir de él un desarrollo social progresivo, un derrame de riquezas que llegaría a los sectores postergados de Chile.
El salario mínimo de Chile es de 159.000 pesos locales, es decir 324 dólares. No sólo se ubica a mitad de tabla de los países sudamericanos, sino que permanece estancado desde inicios de 2008, por lo que la inflación deteriora permanentemente el poder adquisitivo de los ingresos. Además, cabe aclarar que el 50 por ciento de los trabajadores está bajo la línea de los 380 dólares al mes.
Si se agrega que la educación y la salud funcionan mediante sistemas mixtos (con capitales públicos y privados), los indicadores de pobreza se disparan mucho más que los cálculos oficiales que señalan 2.300.000 pobres.
En términos generales, el país andino presenta un escaso desarrollo de clases medias y mantiene una estructura, de las más polarizadas del continente, de concentración de riquezas. Un ejemplo: la primera mandataria chilena recibe una remuneración mensual de 12.660 dólares, 46 veces el salario mínimo del país.
Sebastián Pellegrino (Agencia APM)
Nr.: Por su extensión hemos dividido este artículo que nos muestra la verdadera realidad chilena. Pronto tendremos la 2da. parte.
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