Vacunas defectuosas o 'permeables' podrían generar virus aún más poderosos, según un estudio en aves que levanta preocupaciones sobre el desarrollo de algunas vacunas en humanos.
Cuando una vacuna funciona como debe, como la de la viruela, la polio o el sarampión, protege a los vacunados y además previene la transmisión del virus.
Sin embargo, este nuevo estudio, publicado en la revista científica PLOS Biology, da cuenta de que las vacunas imperfectas protegen a las aves pero también permiten al virus sobrevivir en una forma aún más dañina.
"Nuestra investigación demuestra que el uso de vacunas 'permeables' puede promover la evolución de variaciones 'calientes' más desagradables del virus, lo que pone a los individuos no vacunados ante un alto nivel de riesgo", explica uno de los autores, Venugopal Nair del Instituto Pirbright, en Reino Unido.
"Estas vacunas... permiten al virus virulento seguir evolucionando", añadió.
Los investigadores no afirmaron, sin embargo, que la vacuna fuera la responsable directa del aumento de la fuerza del virus. El proceso, dijeron, no es tan claro como la evolución de los gérmenes que desarrollan resistencia a los antibióticos.
No obstante, el estudio muestra una correlación inequívoca entre la vacuna y el desarrollo de variaciones del virus de Marek, que puede pasar de ser dañino a ser mortal para algún tipo de ganado.
No hay duda sobre la eficacia de las vacunas humanas que se usan actualmente, pero estos hallazgos plantean muchas preguntas acerca del desarrollo de futuras vacunas, afirmaron los científicos.
"Ahora la preocupación es sobre la próxima generación de vacunas", dijo el coautor Andrew Read, de la Penn State University de Pensylvania, Estados Unidos.
"No queremos que enfermedades mortales como el Ébola evolucionen como nuestra investigación ha demostrado que podrían hacerlo en el caso de vacunas imperfectas o 'permeables'".
"Es importante no interpretar este estudio como un argumento contra la vacunación de los niños contra la gripe u otras enfermedades", estimó por su parte Peter Openshaw del Imperial College de Londres.
Colaboración AFP
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