El sueño americano se llama Gabby Sidibe. El talento no respeta medidas ni proporciones.
Una mañana de lunes de mediados de septiembre de 2007, abrió un libro que su madre le había regalado hacía un par de años. Leyó la primera página para recordar cómo sonaba la voz que narraba, en primera persona, una desgarradora historia de incesto, abusos y superación personal.
Gabourey Sidibe, Gabby, se puso su sudadera con capucha y subió al tren camino del Lehman College del Bronx neoyorquino. Aquel trayecto fue la primera etapa del singular camino que le condujo a la fama.Tuvo cinco minutos para preparar la escena. En el patio de butacas estaban los directores de casting. Llevaban más de dos años en busca de una chica capaz de interpretar a la protagonista de la adaptación cinematográfica de la novela Push, de Sapphire. El objetivo era dar con una afroamericana joven y obesa capaz de meterse en la piel de Precious. Habían visitado Detroit y Chicago, habían buscado en institutos, en McDonald's y en grandes almacenes. Vieron a más de 500 chicas.Gabby terminó la audición y se encaminó hacia la oficina donde trabajaba como administrativa desde hacía dos años. Al llegar allí tenía un mensaje en su buzón de voz. Querían que hiciera una segunda prueba al día siguiente. El miércoles le organizaron una entrevista con el director. Cuarenta y cinco minutos después de conocerle, el papel era suyo. Dejó su trabajo.
Aquello fue una bendición.Han pasado más de dos años desde entonces y esta actriz primeriza ha recibido el aplauso unánime de la crítica y el público. Ha recogido sucesivos galardones y su nombre ha ocupado decenas de portadas. Su presencia es constante en las alfombras rojas.
Desde el Festival de Sundance –donde el filme se alzó con tres galardones– hasta la pasada edición de Cannes. A pesar de ello, Gabby escapa al estereotipo oficial de joven estrella. Sus medidas están lejos de acercarse a los parámetros convencionales, cierto; pero, además, ni siquiera soñaba con rodar una película. "Mi mejor amiga estudió arte dramático y todo su círculo estaba metido en eso. A mí no me interesaba. No quería ser famosa. Es bastante gracioso que al final todo esto me haya ocurrido a mí", dice sentada una soleada mañana de enero en una taberna griega del barrio de Queens.
"Yo quería ser psicóloga, y eso es lo que empecé a estudiar en el college, aunque lo dejé. No quería salvar el mundo", apunta irónica, "pero sí conocer la mente humana".El filme que protagoniza se ha convertido en todo un fenómeno sociológico en EE UU.
"¿Está América preparada para una película sobre una muchacha obesa de Harlem violada y embarazada por su padre?", preguntaba la portada de la revista The New York Times el pasado mes de octubre. Lee Daniels, director de Shadowboxer (2005) y productor de Monster's Ball (2001), ha querido ir más allá del realismo social y contar al gran público la cruda historia de la novela de Sapphire. Su película enfatiza el mensaje final de superación y esperanza, y corta las escenas de violencia para dar paso a la fantasía de lujo que ronda la cabeza de Precious. Un buen número de celebridades participan en el reparto.
Lenny Kravitz es un auxiliar de enfermería; Mariah Carey, una asistente social que prescinde de maquillaje; Paula Patton, una profesora entregada a la difícil tarea de encarrilar a chavales conflictivos, y la cómica estadounidense Mo'Nique, la abusiva madre de Precious que no pierde ocasión de maltratar a su hija. Por si esto fuera poco, la todopoderosa Oprah Winfrey figura entre los productores.
Unas ondas bien peinadas asoman bajo el gorro de lana rosa que Gabby luce durante la entrevista. Viste vaqueros negros, jersey fucsia y una sudadera con capucha morada. Es grande, pero menos de lo que podría parecer tras ver la película. Tiene una mirada inquieta y un verbo rápido. Derrocha encanto y un demoledor sentido común. Desde hace meses se enfrenta a la súbita atención mediática, y una y otra vez repite que ella no es su personaje.
"La gente parece sorprendida", dice. "Es un poco extraño. Julia Roberts no tiene que explicar esto, y entiendo que en mi caso esto se debe, en parte, a que se trata de mi primera película y la gente no me ha visto en otros papeles". Sapphire ha explicado que las diferencias entre Sidibe y Precious fueron decisivas.
"Había actrices con historias personales duras que cumplían los requisitos físicos, pero no podían actuar porque se venían abajo. Gabby tiene muy poco que ver con el personaje, no está deprimida ni tiene dificultad para hablar, no es hostil ni introvertida. Ha logrado una interpretación increíble", apunta la escritora.
Tres semanas después de la audición comenzó el rodaje en Harlem. Gabby creció en ese barrio –aunque estudió en un colegio del Lower East Side, donde su madre era profesora– y aún disfruta yendo de compras por la calle 125 y celebrando las fiestas familiares en un restaurante de soul food de la zona.
La actriz leyó de un tirón la novela en la que se inspira la película mucho antes de acercarse a aquella audición. "Es un libro fácil y duro al mismo tiempo", explica. En él reconoció a amigos, familia y a sí misma de maneras muy distintas. "Precious hace frente a muchas cosas muy duras. Tiene problemas de autoestima y de peso, graves conflictos con su madre… Mucha gente pasa por cosas similares".
Un 37% de hombres afroamericanos y un 50% de mujeres en EE UU son obesos, como recoge The Journal of the American Medical Association. El porcentaje de niños y jóvenes que sufren abusos sexuales es de un 9,8%, según el informe de 2009 de la Asociación Americana de Pediatras. Un 7,7% de chicas de 14 a 17 años han sido asaltadas por un adulto de su entorno. Estas cifras cobran una nueva dimensión frente al equipo de Precious. Mo'Nique, Oprah, Mariah Carey y el propio Daniels han sufrido en carne propia abusos o violencia doméstica. "El mensaje es que puedes curarte", asegura Sidibe.
"La película muestra un lado de la vida que la gente no saca a la luz; otros están demasiado asustados para incluso reconocer que existe".Gabby no tiene problemas con su aspecto. Algo que sorprendió incluso al director, Lee Daniels: "Puede que esté en un estado de negación o en un plano superior al de todos nosotros, pero, en cualquier caso, te rompe el corazón en la película". Ella sólo constata el asombro que su conducta provoca. "El mero hecho de que no vaya encorvada sorprende a la gente.
Imagino que piensan que no debería gustarme, suponen que me odio y que quiero cambiar. Pero no es el caso en absoluto". Ha llegado a pensar que son quienes la miran los que no están a gusto consigo mismos: "Me preguntan cómo aprendí a tener tanta seguridad en mí misma. No siempre he sido así, pero tampoco soy la única que ha estado o está ahí".
La fama, ha descubierto, es un arma de doble filo, pero también es consciente de que tiene "una fecha de caducidad". Le enternecen las cartas de fans que le explican cómo la película ha cambiado su vida. Pero le desesperan los que la persiguen en los almacenes Macy's cuando intenta comprar un traje rojo con sus amigas. "Odio que la gente me pida fotos cuando estoy comiendo, en el baño o en una cita con un chico.
Es duro acercarte a una barra y pedir unas alitas de pollo y que todo el mundo te mire. Mi peor pesadilla es que la gente me mire cuando como", confiesa. ¿Tiene ahora a más chicos detrás suyo? "No, pero algunos con los que salí ahora me vuelven a llamar y me dicen: 'Oh, siempre supe que tenías talento'. Cuando me conocieron, yo no estaba metida en esto. ¿De qué narices me hablan? Yo soy no bullshit [no a las chorradas]".Gabby intenta adaptarse a su condición de celebridad mientras se lanza a nuevos proyectos.
Ha terminado su segunda película y participado en el episodio piloto de una serie. Controla los nervios sobre su posible nominación a los Oscar con aplomo. "No hay manera de volver atrás y hacer una película mejor".
Termina la entrevista y se encamina a casa, un apartamento compartido en Queens. Tiene pruebas de peluquería y maquillaje para la ceremonia de los Globos de Oro. Dos días después, Sidibe entra en la fiesta de Los Ángeles vestida con un flamante traje largo verde de gasa. Su madre en la ficción, Mo'Nique, recibe el primer premio de la noche y sube a recogerlo. Dice: "¿Gabby? Hermana, estoy sobrecogida contigo".
Andrea Aguilar (El País)
jueves, 11 de febrero de 2010
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