Del médico contento y satisfecho al médico frustrado e infeliz
El ejercicio médico ha sido siempre un ejercicio profesional duro por el contacto diario con las miserias orgánicas, psíquicas y sociales. Pero el médico sanador sufría sólo por ese contacto, por sus errores, y por su impotencia para realmente curar en la mayor parte de los casos.
Ahora el médico se frustra, quema y se torna infeliz por estas y por otras causas. Cuando el médico deviene un superespecialista, un aspirante a científico bien equipado con la Medicina Basada en Pruebas y al tiempo la atención clínica gira a la prevención, y los pacientes quieren soluciones inmediatas a las naderías, lo esperable es la frustración sin paliativos.
El médico se siente sobreformado para las tareas que se le asignan social e institucionalmente. Finalmente le llega todo, desde el niño que acaba de vomitar tras comer como un animal en una fiesta de cumpleaños, a la adolescente que cada fin de semana precisa de contracepción postcoital porque “se nos rompió el condón”, desde el adulto que necesita remedio a una disfunción eréctil indeseable (empecé una nueva relación, ella es mucho más joven, y no quiero fallar”) a la enésima norma preventiva (“hay que pasar el cuestionario a todos los pacientes para que podamos diagnosticar la depresión antes de que dé síntomas”).
Por otra parte, los líderes profesionales no ayudan en mucho, tan perdidos como los profesionales de a pie. Las instituciones sanitarias exigen mediante gerentes y políticos, una actitud complaciente con la población que se da de bruces con las simultáneas exigencias de control del gasto y mejora de la efectividad.
Los indicadores e incentivos tienen pocas veces en cuenta la salud de la población y de los pacientes. La actividad médica se mercantiliza y deja poco espacio al idealismo. Las antiguas y nuevas profesiones sanitarias disputan derechos a los médicos.
Los abogados encuentran un filón en las reclamaciones judiciales. Los médicos además de encontrarse sobreformados y abrumados por las naderías en las consultas (agravadas por la burocracia inherente a una gestión poco clínica) responden con una “medicina defensiva” que no defiende sino degrada.
(Fuente: Medicina Crítica)
lunes, 19 de abril de 2010
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