La investigadora Roxana Morduchowicz analiza en su libro "La TV que queremos" -presentada en la Feria del Libro- la influencia de los estereotipos que circulan sobre los adolescentes en la televisión y proporciona algunas claves para ofrecer una programación que aproveche al máximo los recursos audiovisuales.
En su nueva obra -que ofrece muchos puntos de contacto con su trabajo anterior, "La generación multimedia"- la ensayista traza un perfil de la programación televisiva destinada al público juvenil y analiza el modo en que los medios moldean los gustos de este target a fuerza de omisiones, distorsiones y clichés.
La investigadora tomó como base para su estudio una encuesta realizada por el Ministerio de Educación acerca de los consumos y prácticas culturales en los chicos y adolescentes de 11 a 17 años en la Argentina, que entre otras cosas reveló que el 40 por ciento tiene un televisor en su habitación.
El relevamiento, realizado sobre una población de 3.500 chicos, consignó a su vez que un 75 por ciento de los entrevistados respondió que el medio que más lamentarían perder, si mañana desapareciera, es la televisión. "Sabemos que la televisión es el medio más importante en la vida de un chico argentino entre los 10 y los 17 años.
Es el que más ocupa su tiempo de ocio y, como surgió de la encuesta, es el que más lamentarían perder si desapareciera. Desde esa perspectiva, la pregunta que cabe formularse es: ¿qué le devuelve la pantalla chica a este público que le es tan fiel?", explicó a Télam.
"La TV que queremos", recién editado por el sello Paidós, no es una obra enteramente apocalíptica en sus formulaciones: por el contrario, la autora destaca las posibilidades del medio orientadas hacia una televisión de calidad, aunque cuestiona la manera en que los adolescentes son reflejados en la pantalla. Junto con el concepto de televisión de calidad hay otros que también son importantes, ‘entre ellos el tema de cómo aparecen representados los chicos y los adolescentes en la pantalla, ya no solamente qué tipo de programas les ofrece la TV a este público‘, explicó Morduchowicz. "Aquí es donde tenemos algunas complicaciones, porque en general los adolescentes aparecen en la pantalla retratados en situaciones de conflicto y con una imagen negativa -apuntó-.
En los noticieros o realitys suelen aparecer como víctimas porque son abusados, explotados o agredidos, o bien como victimarios porque van con la navaja a la escuela o se pegan o se drogan", indicó.
"Si tomamos en cuenta que en la Argentina hay diez millones de chicos en el sistema educativo, las víctimas y victimarios -que existen- son una pequeña minoría. Esto nos lleva a replantear cuánto de representativo tienen los chicos que aparecen en la pantalla respecto de los adolescentes de la vida real", comentó. La actual directora del Programa Escuela y Medios del Ministerio de Educación de la Nación considera que uno de las principales consecuencias de esta distorsión es la ausencia de testimonios ofrecidos de primera mano por los protagonistas de esta franja.
"Los jóvenes son poco consultados como fuentes de información, aun en temas que los atañen como embarazo adolescente, drogadicción, violencia o alcoholismo -evaluó-. Se habla de ellos pero sin ellos. Y ese es otro de los temas que tienen que ver con una televisión de calidad: necesitamos contenidos que quiebren estos estereotipos y que se animen a mostrar al adolescente de todos los días".
Morduchowicz señala en su libro la circulación de dos estereotipos antagónicos: por un lado el que circula por los noticieros, que asocia mayoritariamente a los jóvenes a un contexto marginal, y por el otro el que promueve la ficción, donde este mismo público aparece retratado en contextos de clase media alta donde las problemáticas suelen ser triviales.
"En los noticieros, los adolescentes aparecen retratados exclusivamente a partir de sus carencias. Por el contrario, en las ficciones (y en línea con lo que ocurre también en Estados Unidos como ‘Beverly Hills 90210‘) aparecen aquellos chicos que viven en barrios cerrados y tienen una condición socioeconómica medio o medio-alta, con problemas como la pérdida de un amor o la traición de un amigo", apuntó.
Esta disparidad genera, según la autora, una brecha abismal entre la percepción que tienen los receptores de ciclos periodísticos -básicamente el público adulto- y los consumidores de tiras y series juveniles. "El mecanismo funciona en ambos casos de la misma manera: termina surgiendo un estereotipo que finalmente naturaliza o legitima esa imagen.
Entonces, el mundo se divide entre ‘lindas‘ y ‘populares‘ -donde ser linda es un valor muy preciado por las chicas hoy-, entre los que viven en un country y los que están afuera, entre víctimas y victimarios", remarcó.
jueves, 6 de mayo de 2010
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