Suena como una adivinanza, o un juego de palabras…salud mental y salud dental. Son términos que sólo se diferencian en una letra, pero que conceptualmente parecen alejados. ¿Qué tiene que ver la salud de la mente con la de los dientes? Pues bien, en realidad existe una conexión bastante directa entre ambas, y como ocurre en otros ámbitos sanitarios, los problemas psicológicos y los de salud física acaban por reforzarse mutuamente. En este caso en concreto, el eslabón que une salud oral y aspectos psicosociales es el miedo a los tratamientos odontológicos.
Tanto si se trata de sus formas subclínicas y menos intensas, como si hablamos de un diagnóstico declarado de fobia específica dental, el temor a visitar al dentista puede deparar graves efectos para la salud. La lógica es la de un “círculo vicioso”. El miedo a los tratamientos dentales se asocia a un menor uso de los servicios odontológicos, por ejemplo, cuando se necesita tratamiento para afecciones leves o simplemente cuando se trata de asistir a revisiones periódicas, lo que provoca que una patología bucodental incipiente empeore y pueda dar lugar a problemas orales más severos en no pocas ocasiones. Éstos, por lo general, llevan consigo la aparición de síntomas más intensos, como el dolor insorportable de un absceso dental, el daño en las partes más sensibles del diente o la “descarga” que uno siente cuando el nervio de una pieza se ve afectado. Y, siguiendo la cadena, tales síntomas inducen en el paciente la expectativa de que será necesario un tratamiento más aparatoso, incómodo… o doloroso. En ocasiones, la expectativa se confirma, reforzando la idea previa de que “asistir a la consulta dental es peligroso”, y en definitiva, contribuyendo al mantenimiento de la respuesta de miedo. Una vez que el paciente temeroso sale de la consulta… el ciclo vicioso del miedo comienza a girar y girar de nuevo, como esas ruedas que suelen incluirse en las jaulas para roedores.
En los últimos años, un grupo interdisciplinar de investigadores hemos venido analizando qué factores son los que actúan como motor de esta dinámica. Recientemente, la revista Frontiers in Public Health ha publicado nuestro punto de vista sobre el tema, en un artículo donde señalamos algunos aspectos que podrían ayudar, desde la psicología y la odontología, a romper la cadena que une ansiedad dental y problemas de salud oral (Crego, Carrillo-Díaz, Armfield & Romero, 2014). La investigación sobre los antecedentes del miedo dental ha demostrado que puede contribuir notablemente a informar el diseño y los contenidos de los programas de prevención en el campo de la salud dental. En concreto, una vía novedosa de aproximación al miedo dental es la que nos aportan los modelos cognitivos, como elModelo de Vulnerabilidad Cognitiva desarrollado por Jason Armfield, que ha sido aplicado con éxito en contextos odontológicos. La incertidumbre, la sensación de falta de control sobre lo que ocurre en la consulta, la anticipación de que puede ocurrir algo peligroso o amenazante, y el temor a sufrir sensaciones corporales molestas (mareos, náuseas, etc.) son cuatro aspectos implicados en el miedo dental. Ahora bien, una vez identificados como antecedentes clave de este problema, dirigir hacia ellos los esfuerzos de una intervención cognitiva sería relativamente sencillo.
Otra estrategia interesante para combatir el miedo dental y sus efectos sobre la salud es trabajar con la población infantil. Frecuentemente, la infancia se señala como el punto de comienzo de los problemas relacionados con el miedo a los tratamientos odontológicos, por lo que -de nuevo- entender los mecanismos del miedo en niños y adolescentes puede ser clave para diseño de programas preventivos, así como para evitar que el problema se extienda -con el transcurso del tiempo- a la edad adulta.
Igual que los psicólogos, reduciendo la ansiedad a los tratamientos, pueden contribuir a prevenir o frenar el desarrollo de problemas dentales, también los odontólogos pueden ayudar a disminuir los niveles de miedo de los pacientes. En este sentido, también existe por tanto un “círculo virtuoso” de colaboración entre profesionales. Los odontopediatras, y su trabajo en la odontología preventiva, comunitaria y clínica, juegan un papel decisivo en la regulación de las emociones de los niños que acuden a consulta. Por ejemplo, las investigaciones demuestran que una historia previa de visitas regulares al dentista, en las que no se han tenido experiencias negativas, actúa de manera profiláctica, de tal modo que hace más difícil el condicionamiento de la respuesta de miedo dental. En definitiva, tanto los profesionales de la salud mental como los de la salud dental pueden beneficiarse mútuamente del trabajo en equipo, lo que sin duda redundará en el bienestar de las personas que demandan sus servicios. Y es que este ámbito en concreto es un claro ejemplo del concepto multidimensional de salud impulsado por la OMS, en el que se incluyen no sólo aspectos físicos, sino psicológicos y psicosociales.
Puedes leer el texto completo de Crego, Carrillo-Díaz, Armfield & Romero (2014)aquí.
Referencia:
Crego, A, Carrillo-Díaz, M, Armfield, JM, & Romero, M (2014). From public mental health to community oral health: the impact of dental anxiety and fear on dental status Frontiers in Public Health, 2 (16) :10.3389/fpubh.2014.00016
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