Los daños radiológicos sufridos por microbios próximos al lugar de la catástrofe nuclear de Chernóbil han hecho más lenta la descomposición de las hojas caídas y de otra materia vegetal muerta en la zona. Así lo revelan los resultados de un nuevo estudio.
La resultante acumulación de detrito suelto y seco es un peligro de incendio que amenaza con extender la radiactividad más allá del área de Chernóbil.
La catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986 (ver, para más información, nuestro artículo con motivo del 25 aniversario,http://noticiasdelaciencia.com/not/1003/), contaminó una enorme franja de Ucrania en la antigua Unión Soviética.
Tim Mousseau, profesor de biología y codirector de las Iniciativas de Investigación de Chernóbil y Fukushima en la Universidad de Carolina del Sur, forma parte de un equipo que investiga los efectos de la radiación ionizante en esas zonas, en condiciones reales, en vez de en condiciones de laboratorio. Ha realizado una amplia investigación en el área contaminada que rodea la central nuclear de Chernóbil. Él y su frecuente colaborador Anders Møller de la Universidad de París Sur en Francia, notaron algo anormal durante su trabajo en el Bosque Rojo, la parte más contaminada de la Zona de Exclusión de Chernóbil: Árboles muertos, que en otros lugares ya se habrían descompuesto, aquí no lo hacían.
Así pues, salieron a comprobar el ritmo por el cual el material vegetal se descomponía en función de la radiación ambiental, colocando cientos de muestras de hojarasca no contaminada ("agujas" de pino, y hojas de roble, arce y abedul) en sacos de malla a lo largo y ancho de toda la zona. Los lugares fueron elegidos para cubrir un amplio rango de dosis de radiación, y las muestras fueron recogidas después de permanecer 9 meses a la intemperie.
Un análisis estadístico de la pérdida de peso de cada muestra de hojarasca después de estos 9 meses mostró que una radiación ambiental más alta estaba asociada con una menor pérdida de peso. La respuesta fue proporcional a la dosis de radiación, y en las regiones más contaminadas, la pérdida fue un 40 por ciento menor que en las regiones de control en Ucrania con niveles de radiación ambiental normales.
El equipo ha llegado a la conclusión de que las bacterias y los hongos que descomponen la materia vegetal en ecosistemas sanos sufren los efectos de la contaminación radiactiva y eso se traduce en una merma de su actividad. También están afectados negativamente, aunque menos, pequeños vertebrados tales como las termitas, que contribuyen asimismo a la descomposición de la biomasa vegetal.
Tal como argumenta Mousseau, una descomposición más lenta retardará también indirectamente el crecimiento de las plantas, dado que los productos de dicha descomposición son nutrientes para las nuevas. De hecho, el equipo informó recientemente sobre un crecimiento reducido de los árboles próximos a Chernóbil, que es probable que sea el resultado tanto de los efectos directos de la radiación como de los indirectos, tales como un suministro inferior de nutrientes.
Los resultados muestran asimismo el potencial para una expansión adicional de la radiactividad.
Muchos grupos diferentes han mostrado una creciente preocupación por la posibilidad de que se produzcan incendios forestales en esta peligrosa zona que barran de forma catastrófica la contaminación radiactiva que se halla en los árboles y la biomasa vegetal en general, y la redistribuyan hacia otras regiones. El desplazamiento del material radiactivo a través del humo terminaría llevándolo hasta áreas pobladas.
La acumulación de hojarasca que han observado los científicos, probable consecuencia directa de una actividad de descomposición microbiana reducida, es idónea para iniciar un incendio. La hojarasca es abundante, está seca, se enciende con facilidad y arde rápida y vigorosamente.
Los resultados de este estudio se han publicado en la revista académica Oecologia, editada por Springer, una editorial alemana fundada en 1842. (NCYT)
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