En un paso más por un sendero que hasta no mucho tiempo atrás era exclusivo de la ciencia-ficción, se ha demostrado, mediante una espectacular serie de experimentos, que cierta actividad cerebral puede ser utilizada para detectar si alguien recuerda haber visto anteriormente algo que ahora se le vuelve a mostrar, aunque afirme que no lo ha visto jamás. Obviamente, esta técnica, cuando esté lo bastante madura, podrá tener muchas aplicaciones, quizá no exentas de polémica, en investigaciones policiales, operaciones de servicios de inteligencia, y tribunales.
Los resultados de la investigación realizada por John B. Meixner y J. Peter Rosenfeld, del Departamento de Psicología en la Universidad del Noroeste, en Evanston, Illinois, Estados Unidos, sugieren que una onda cerebral en particular, conocida como P300, podría servir como marcador que identifique lugares, objetos u otros detalles que una persona ha visto y reconoce.
En investigaciones previas utilizando registros electroencefalográficos (EEG), de la actividad cerebral de voluntarios, se constató que la onda cerebral P300 tiende a ser grande cuando una persona reconoce un objeto que es relevante para ella (por ejemplo, por haberlo usado o visto usar recientemente), entre una lista de objetos que en ese sentido le resultan irrelevantes.
Valiéndose de la onda P300, es factible someter a un sujeto a una prueba denominada CIT (por las siglas de Concealed Information Test, o Test de Información Oculta), para intentar determinar si reconoce información que esté relacionada con un crimen u otro suceso.
Las investigaciones sobre esa clase de usos para la onda P300 no son nuevas. Pero la mayoría de ellas han sido llevadas a cabo en el laboratorio, en situaciones que son muy distintas de las típicas a las que estará expuesto un testigo o un sospechoso. Este nuevo estudio supone un importante avance porque hace uso de detalles de las actividades cotidianas en las vidas reales de los participantes.
Quizá el hallazgo más sorprendente ha sido la notable precisión con que los científicos pudieron detectar detalles muy triviales del día de un individuo, tales como el color del paraguas que había usado. Esta precisión es muy prometedora sobre el poder escrutador de la técnica y sus perspectivas futuras de uso práctico, tal como subrayan los investigadores, ya que indica que ciertos detalles relativamente periféricos de un crimen, como rasgos físicos de objetos presentes en la escena del crimen, podrían ser utilizables en un test CIT reforzado, en condiciones reales de trabajo, o sea en una comisaría en vez de en un laboratorio de una universidad. De todos modos, tal como advierten Meixner y Rosenfeld, hay que investigar más antes de poder validar debidamente la fiabilidad de la técnica.
En los experimentos, Meixner y Rosenfeld les colocaron a 24 estudiantes universitarios voluntarios unas pequeñas cámaras para grabar tanto video como sonido. Los estudiantes llevaron las cámaras sujetas a su ropa durante 4 horas, mientras hacían su vida normal, fuera del laboratorio.
Para la mitad de los estudiantes, los investigadores usaron las grabaciones para identificar detalles específicos de ese fragmento de la vida reciente de cada persona. Esos detalles pasaron a ser las cosas que los relacionarían con la escena del crimen si se hubiera cometido uno ese día en su entorno cotidiano y ellos hubieran sido testigos o autores del mismo.
Para el test subsiguiente, los investigadores se valieron también de cosas con las que el estudiante no se había encontrado, para comparar su efecto mental con el de las cosas con las que el sujeto sí se había encontrado antes. Si el individuo había estado en una frutería concreta, una referencia a la misma le haría recordar su visita a ella, por lo que mentir diciendo que aquel día no había estado ahí debería ser detectable por la contradicción con lo indicado por el análisis de ondas cerebrales. Para comparar mejor, esa referencia estaría acompañada de referencias a otras fruterías en las que el sujeto no había estado. Una de las referencias sería por tanto un detonante potencial de una reacción cerebral de reconocimiento, mientras que las demás serían elementos irrelevantes.
Para la otra mitad de estudiantes, todas las referencias eran irrelevantes, según las definiciones antedichas. Por ejemplo, no habían estado en ninguna de las fruterías, ni siquiera en las visitadas por miembros del otro grupo.
Los investigadores querían simular una investigación real, en la que a un sospechoso con conocimiento de un crimen se le mostrarían los mismos detalles relacionados con él que a un sospechoso que pudiera no tener ningún conocimiento sobre el delito.
Al ser expuestos a las referencias durante el test, mientras se registraba su actividad cerebral a través de EEG, se produjeron reacciones cerebrales que, examinadas luego detalladamente, mostraron que la P300 era más grande para las referencias a cosas vistas o vividas por la persona analizada que para referencias a las cosas irrelevantes.
Técnicas como el detector de mentiras clásico, o tests básicos de tipo CIT, han sido usados o se usan por algunos cuerpos de policía y agencias de inteligencia en el mundo, pero se han topado tradicionalmente con escollos legales graves, al no poder cumplir con los criterios exigidos por muchas legislaciones vigentes para que sus resultados sean admisibles como pruebas con valor legal en un tribunal. Meixner y Rosenfeld creen que su trabajo podría ayudar a la aceptación legal de un CIP basado en la onda P300, al demostrar la validez y la fiabilidad del test, reforzado y arropado apropiadamente en el aspecto tecnológico y científico por los avances mostrados por estos investigadores. (NCYT)
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