José Ramón Zárate
Harriet Hall en su blog en Science-Based Medicine reseña el libro Diet Cults: The Surprising Fallacy at the Core of Nutrition Fads and a Guide to Healthy Eating for the Rest of Us, escrito por Matt Fitzgerald. "No es un médico, aunque sí experto en deporte y nutrición, pero entiende este campo mejor que muchos de los médicos que han escrito sobre dieta y nutrición. Su razonamiento es convincente y está apoyado por evidencias científicas".
Una de sus tesis es que los seres humanos tienen una tendencia natural a hacer juicios morales acerca de la elección de alimentos de los demás. Quizá se desarrolló porque era una forma práctica de codificar el conocimiento sobre los alimentos seguros y no seguros, y luego se incorporó al acervo humano debido a la ventaja de supervivencia para la cohesión del grupo. Alimentos tabú y leyes dietéticas religiosas como kosher y halal definen la pertenencia a una tribu. Esta solidaridad de grupo, con un celo semirreligioso, se observa hoy entre ecologistas y activistas de derechos de los animales.
Fitzgerald argumenta que la mayoría de las personas eligen dietas por factores emocionales y sociales, y luego picotean pruebas científicas (si las hay). Destierra en esta línea los argumentos a favor de la inexistente paleo-dieta. "Nuestros antepasados de la Edad de Piedra comían lo que podían conseguir. Las plantas y animales de hoy en día se han alterado drásticamente por la cría selectiva. Además, el ser humano ha ido evolucionando desde el Paleolítico (como en la tolerancia a la lactosa), adaptándose a una amplia variedad de alimentos y aplicando el ingenio para desarrollar tecnologías que mejoren el acceso y sabor de los alimentos (técnicas culinarias)".
Y añade que la ciencia no ha identificado la forma más sana de comer; "seguramente no exista la dieta perfecta".
Parece que los humanos son capaces de prosperar con una variedad de dietas. "La adaptabilidad es el sello distintivo del hombre como comensal". Aun así destaca algunas convergencias como la de la dieta rica en frutas y verduras, más saludable que la típica americana alta en calorías, carnes rojas y alimentos procesados.
Fitzgerald ofrece una jerarquía de alimentos de más a menos saludables: verduras, frutas, nueces, semillas y aceites saludables, carne y marisco de calidad, cereales integrales, lácteos, cereales refinados, carne y marisco de baja calidad, dulces y alimentos fritos.
"Sin alimentos prohibidos, los consejos de Fitzgerald son flexibles, se adaptan a las preferencias individuales, evitan los extremos y son consistentes con las evidencias disponibles", comenta Hall. "No nos limitamos a comer para estar sanos, también comemos para el disfrute. ¿Por qué negarnos algunos de los placeres de la vida sobre la base de modas y recomendaciones dietéticas fundadas en pruebas inciertas?". (Diario Médicvo)
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