Analizaron con tomografías y resonadores magnéticos la actividad cerebral al escuchar música placentera. Hallaron que activa las zonas del sistema de recompensa y libera dopaminas, la hormona de la felicidad. Robert Zatorre, neurofisiólogo argentino, presentó los resultados de su investigación en un simposio de INECO.
Por qué una canción puede emocionar, poner la “piel de gallina”, traer los recuerdos más vívidos o transportarnos al mágico mundo de la imaginación? La música, la mousike –el arte de las musas, según la llamaban en la antigua Grecia–, convive con el ser humano desde que se tiene conocimiento, y hoy la ciencia puede afirmar que la música también es goce, y uno casi tan parecido como el sexual.
La explicación reside en que cuando una persona escucha una música placentera, buena parte de su cerebro se inunda con dopamina, un neurotransmisor, y la hormona involucrada en la sensación de recompensa al comer, la misma que se libera tras consumir ciertas drogas (la cocaína, el éxtasis y las anfetaminas).
Robert Zatorre, neurofisiólogo argentino, radicado hace más de 30 años en Canadá como investigador en el Instituto Neurológico de Montreal, de la Universidad McGill, es uno de los pocos expertos del mundo dedicado al estudio de la interacción entre la música y el cerebro. Llegó a la Argentina para exponer detalles de su investigación y participó del simposio “Cerebro, mente y emociones”, organizado por el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO).
“Descubrimos que cuando una persona siente escalofríos al escuchar una melodía, las zonas del cerebro que se excitan son parecidas a las que están asociadas a lo que los psicólogos llaman el sistema de recompensa. O sea, ciertos núcleos que también están involucrados en otras sensaciones apacibles, como ser la comida y el sexo”, contó el experto al inicio de su presentación.
En el 2011, Zatorre y su equipo descubrieron que ciertas zonas de placer en el cerebro se activan al escuchar música, y además determinaron cuál es el proceso por el cual se toma la decisión sobre qué música es más placentera que otra, es decir, explicar cómo se elige qué escuchar.
La música placentera activa los núcleos de placer del sistema de recompensa distribuidos en el tronco cerebral, ganglios basales, corteza frontal mediana, corteza orbito frontal, entre otras zonas. En todos los casos se creía que dicho sistema sólo respondía a estímulos biológicos, como la comida (placer por alimentarse y seguir con vida) el del dinero (placer por lo que se puede conseguir con él) y el sexo (placer físico, y la satisfacción de la necesidad de procreación). Sin embargo, la música difiere con el patrón que sujeta al estímulo con la supervivencia biológica, por eso Zatorre asegura que posee un valor intrínseco.
Al activarse las zonas del placer, se libera la dopamina, una de las llamadas hormonas de la felicidad. La mayoría de sus funciones se desarrollan en el cerebro, manejando actividades importantes como el comportamiento, cognición, actividad motora, motivaciones, regulación de la producción de leche, el sueño, el humor, aspectos de la atención, y el aprendizaje. Incluso el consumo de drogas como la cocaína, el opio, la heroína, el tabaco y el alcohol también libera esta hormona.
El estudio, que continuó hasta 2013, se llevó a cabo a partir de tomografías cerebrales a un grupo de voluntarios al mismo tiempo que se les hacía escuchar fragmentos de obras clásicas. Algunos de ellos habían manifestado sentir escalofríos al escuchar ciertos fragmentos de algunas piezas musicales favoritas. Los especialistas estudiaron la manera en que el cerebro maneja la anticipación y la llegada de un momento musical en particular e identificaron que quienes disfrutan la música pero no sienten escalofríos también experimentan los efectos de la dopamina.
Las tomografías mostraron que los cerebros de los participantes bombeaban más dopamina en una región cerebral –llamada cuerpo estriado– al escuchar piezas favoritas de música que al escuchar otras melodías. Luego, a partir de la realización de resonancias magnéticas funcionales demostraron en qué partes y en qué momentos ocurrieron esas liberaciones de dopamina que aumentaba 15 segundos antes del momento emocionante de la pieza musical, y en otra cuando llegaba ese momento. “El área vinculada a la anticipación conecta con las partes del cerebro involucradas en hacer predicciones y responder al medio ambiente, mientras que el área de reacción ante el momento musical cumbre está vinculado en sí al sistema límbico del cerebro que participa en el manejo de las emociones”, destacó el especialista en diálogo con Tiempo Argentino.
Por otra parte, el especialista explicó que el “encendido” de los ganglios basales (especialmente el núcleo accumbens) junto con el de la información almacenada en la corteza auditiva generan un valor positivo, que puede explicar por qué una persona se decide a comprar un CD o a bajar determinada canción en Internet.
El hombre recurre a la música, no importa por qué; en algún momento de su vida lo hará, y si bien no resulta una necesidad para su supervivencia, termina siendo fundamental en su existencia. Zatorre opina que “si bien no contamos con una explicación científica sobre el por qué el hombre necesita de la música, creo que tiene mucho que ver con la comunicación y la regulación de las emociones, la música es en definitiva un pilar en la vida social de los hombres”.(diario de cultura)
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