La forma y el tiempo en que se bebe puede causar efectos negativos en el organismo. Por qué es fundamental hacerlo con el estómago lleno
La forma de beber influye y mucho: si se toma en ayunas, llega antes al torrente sanguíneo y precipita sus efectos, que pueden llegar a su clímax entre 30 minutos y dos horas después del consumo. En cambio, cuando se bebe después de alguna comida, los efectos secundarios del alcohol se minimizan. Esto permite considerar que el estómago "está vacío" cuando han pasado entre dos y cuatro horas de la última ingesta.
Así lo ha demostrado un estudio realizado por investigadores del Hospital Universitario de Linköping, en Suecia, y publicado en el Journal of Forensic Sciences. "La mayor parte del alcohol se absorbe en el intestino delgado, de forma que al beber con el estómago vacío pasa rápidamente al intestino, produciéndose un pico elevado de concentración en sangre. Por el contrario, si se bebe con el estómago lleno, el alcohol se absorbe lentamente porque el vaciado gástrico tarda más en producirse y el pico de concentración en sangre es más moderado, por lo que resulta menos tóxico para el organismo", explica esta investigación, la cual se focaliza en el problema de beber sin haber comido.
Antes de consumir alcohol, hay que ingerir alimentos. Esto contribuye a que la bebida pase al torrente sanguíneo en forma gradual. Es decir, que si el estómago posee proteínas e hidratos de carbono, se retrasa la digestión y el alcohol tarda más en pasar a la sangre.
Despacio y con el estómago lleno
Antes de beber, hay que asegurarse haber comido bien. Esto ayudará a que el alcohol pase al torrente sanguíneo de forma lenta y gradual. Si el estómago está lleno de proteínas (carne) e hidratos de carbono (legumbres, pasta, patata, pan, entre otros) se retrasa la digestión y por tanto el alcohol tarda más en pasar a la sangre. Es importante incorporar a la comida algo de grasa porque esto favorece que la digestión de las proteínas sea más lenta.
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La absorción del alcohol también depende de la velocidad a la que se beba: cuanto más rápido se consuma la bebida, mayor la rapidez de absorción.
Hidratarse. El alcohol etílico es soluble en agua en cualquier proporción, por lo que cuanta más presencia de agua haya en el organismo, mayor será la dilución del alcohol y -por tanto- menor su concentración en la sangre. La hidratación es fundamental: conviene alternar las bebidas alcohólicas con otras sin alcohol, como el agua o los jugos de frutas, para hidratar el organismo, ya que el alcohol deshidrata las células.
La clave, por supuesto, reside en no beber. Pero al hacerlo, que sea con una previa ingesta de alimentos. Y con algo más, como la graduación de las copas, ya que las bebidas destiladas (como el whisky, el vodka o el ron) producen un pico más agudo que las bebidas fermentadas (como la cerveza o el vino), según un estudio publicado en Wiley Periodicals.
El problema del estómago vacío
Lo primero, una sensación de calor desbordante. Aunque la temperatura ambiente sea fría, al principio no se sentirá. El alcohol produce una vasodilatación periférica que lleva la sangre a las zonas más distales del cuerpo, al mismo tiempo que disminuye el riego en los órganos internos, por eso se nota calor en la piel.
Cuando el alcohol llega al cerebro también consigue engañarlo. Afecta en primer lugar a la corteza cerebral, la zona que gestiona los pensamientos y la memoria, produciendo conductas de desinhibición
Al llegar al cerebro, el alcohol afecta en primer lugar a la corteza cerebral, la zona que gestiona los pensamientos y la memoria, por eso se sentirá desinhibición y comenzará a hablar de manera rápida. Ese efecto aparece cuando se toman una o dos copas, pero si se beben más, entonces se deprime también otra zona, el cerebelo límbico, produciendo somnolencia y alteraciones en la coordinación psicomotora. Y si se sigue bebiendo, se deprime la zona del cerebro que controla los órganos y aparece el coma etílico. (Infobae)
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