El asma es una enfermedad crónica que en España afecta a una de cada 10 o 20 personas. El asma no se puede prevenir, pero con un buen control se pueden mantener sus síntomas a raya, si se reduce o elimina la exposición al alérgeno desencadenante en cada caso concreto. Sin embargo, como explica Eroski/Consumer, aunque muchos crean que lo hacen, solo el 33% de los asmáticos se cuida de forma correcta.
Los pacientes con asma alérgica y rinitis tienen más probabilidades de sufrir una alergia alimentaria que el resto de la población, según un estudio del Hospital Clínic de Barcelona. A pesar de que no todos los casos de asma son debidos a alergias, y no todas las alergias ocasionan síntomas de asma, están muy relacionadas: se calcula que entre el 75% y el 85% de los niños con asma padece algún tipo de alergia y la mitad de los alérgicos sufre asma.
Otras sustancias que hay que evitar son las que al inhalarse desencadenan reacciones alérgicas en el aparato respiratorio (asma o rinitis alérgica estacional), los denominados neumoalérgenos: polen, ácaros y mascotas. Otros factores desencadenantes que, aunque no son la causa primera de asma, contribuyen a producir síntomas o crisis asmática, sin que intervenga ningún mecanismo alérgico, son: El frío. La humedad y la nieve.
El ejercicio físico intenso. Los ambientes contaminados (humo de tabaco, especialmente). Infecciones respiratorias como resfriados y gripe o bronquitis. Medicamentos como aspirina y derivados y betabloqueantes. Las emociones fuertes.
Según un estudio del Área de Asma de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), a pesar de que el 49% de los pacientes con asma alérgica atendidos en servicios de neumología conocen sus alergias, solo un 33% se cuida de forma correcta: demuestran conocimientos sobre los desencadenantes a los que son sensibles y actúan en consecuencia, esto es, siguen conductas de evitación, para reducir o eliminar la exposición al alérgeno.
Otros estudios relacionados apuntan que más de la mitad de los pacientes con asma tienen la falsa sensación de tener bajo control su enfermedad. Esta errónea impresión les lleva a sufrir más síntomas (como la disnea) y de forma más frecuente y crisis asmáticas más repetidas, que provocan un empeoramiento de su calidad de vida. Asimismo, por la agudización de la enfermedad, necesitan más medicación de rescate y más recursos sanitarios.
El asma es difícil porque no se conoce la causa principal que hace que se desarrolle, pero en personas con antecedentes familiares de enfermedad asmática –cerca de la mitad de los afectados tienen antecedentes familiares– o personales de alergia, los especialistas señalan que hay algunas actitudes que podrían contribuir a prevenirla. Fuente: 20 Minutos
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