(U24) - Las tormentas solares no sólo afectan al Polo Norte con sus espectaculares cargas electromagénticas perceptibles a través de fallas en el sistema eléctrico, sino que también tienen su equivalente en el Polo Sur, donde se está registrando un aumento de la temperatura.
Un grupo de científicos ha revelado que la capa helada del Polo Sur desaparece más rápidamente de lo previsto, ya que las aguas cálidas la derriten a ritmos vertiginosos, lo que amenaza la futura existencia de varios estados isleños.
Los investigadores analizaron las imágenes obtenidas por el satélite de la NASA 'ICESat', según las cuales el mayor peligro para la humanidad no reside tanto en el aumento de la temperatura atmosférica, sino en el aumento de las aguas del Océano Antártico.
Sus aguas cálidas, que además incrementan su nivel de acidez, se ‘comen’ las capas bajas de hielo flotante que rodea la Antártida, cuyos suelos están cubiertos de glaciares. Más de 4,5 millones de mediciones revelaron que cada año desaparecen siete metros de capa helada, una cantidad superior a lo pronosticado, reconocen especialistas británicos y estadounidenses.
El mayor peligro que conlleva el aumento del nivel del océano mundial va unido a la posibilidad de que se derritan los glaciares que se hallan en las tierras de la Antártida. El deshielo acelerado de los hielos flotantes -según explican los investigadores-, supone que el hielo continental acabe antes cayendo al agua, elevando así el nivel de los océanos mundiales.
Los científicos también apuntan que el proceso del deshielo se acelera cada año, lo que aumenta la amenaza de inundación en las zonas costeras de muchos países y, en algunos casos, de desaparición total de varios estados isleños.
El escudo magnético del planeta desvía los protones y los envía hacia la periferia del sistema solar. Pero el escudo tiene dos puntos vulnerables, uno sobre el polo Norte y el otro sobre el polo Sur, y parte de los protones consiguen entrar en la atmósfera. En los cielos de las regiones polares aparecen auroras espectaculares. No sólo las características auroras verdes que dibujan los átomos de nitrógeno en las capas altas de la atmósfera. También auroras rojizas dibujadas por átomos de oxígeno en capas más bajas.
La tormenta solar es tan intensa que en Canadá induce corrientes magnéticas a ras de suelo y provoca sobrecargas en transformadores de alta tensión. En Quebec, donde el invierno es frío, cae la red eléctrica y cinco millones de personas se quedan sin electricidad durante nueve horas. Las pérdidas en el país se estiman en 2.000 millones de dólares. En Estados Unidos y el Reino Unido, las redes resisten pero las compañías eléctricas se encuentran con decenas de transformadores inoperantes. Las agencias espaciales, cuando hacen balance de daños, han perdido la comunicación de manera temporal con 1.600 naves y satélites.
Dos ciclos solares después, el Sol vuelve a estar en una fase de actividad creciente, como en 1989. Escupe burbujas de protones de alta energía cada vez con más frecuencia. La gran mayoría no van dirigidas hacia la Tierra. Pero entre el 2 y el 4 de marzo dio un aviso. Al margen de una interrupción de las comunicaciones por radiofrecuencias que afectó a China, India y Australia, quedó en un susto.
De cara a los próximos meses, los especialistas en meteorología espacial -como se llama la disciplina que estudia las tormentas solares- pronostican un aumento de este tipo de fenómenos. "No podemos predecir cuándo llegará el ciclo solar a su punto culminante ni qué intensidad alcanzará, pero está claro que en estos momentos hay un aumento de actividad del Sol", informa Blai Sanahuja, especialista en física solar y heliosférica del Institut de Ciències del Cosmos en la Universitat de Barcelona.
También está claro que la humanidad es hoy más vulnerable a las tormentas solares que en el pasado. Si la gran tormenta de 1859 sólo inhabilitó instalaciones de telégrafo, hoy una tormenta similar afectaría a redes eléctricas, telecomunicaciones, satélites, líneas aéreas y en general cualquier tecnología basada en la electrónica. "Las tormentas geomagnéticas suponen una seria amenaza para nuestra sociedad altamente vulnerable y dependiente de la tecnología", advertía Mike Hapgood, asesor del Gobierno británico sobre meteorología espacial, el 19 de abril en la revista científica Nature.
Vista la vulnerabilidad de tecnologías estratégicas frente a los cambios de humor del Sol, sorprende la escasa capacidad que tienen los científicos para predecir cómo evolucionará la actividad solar en los próximos meses. Si lo que ha ocurrido en el pasado sirve de guía, la frecuencia de las tormentas solares debería aumentar durante por lo menos un año más y el clímax del ciclo solar debería registrarse en el 2013. Esta predicción, secundada por la NASA, se basa en que los ciclos solares tienen una duración media de 11 años y los últimos máximos se registraron en 1980, 1991 y 2002.
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