(NCYT) El equipo de James Hollis y Yong Zhu, especialistas en ciencia de los alimentos y nutrición humana en la Universidad Estatal de Iowa, Estados Unidos, investigó a 20 estudiantes de esa universidad, a quienes se les dio un metrónomo y se les pidió que masticaran cada vez que éste marcara un tiempo, teniendo que masticar 15 veces la mitad del grupo y 40 veces la otra mitad. Los investigadores monitorizaron el apetito de los sujetos y tomaron muestras de sangre para estudiar las hormonas y los niveles de glucosa en plasma.
Las personas que masticaron más, comieron menos.
Cuando la gente masticaba la pizza 40 veces antes de tragar, experimentaba una reducción mayor en la sensación de hambre.
Las personas que masticaron más, comieron menos.
Cuando la gente masticaba la pizza 40 veces antes de tragar, experimentaba una reducción mayor en la sensación de hambre.
Además, en estas personas se registró un aumento en la CCK, que es una hormona relacionada con la sensación de llenura y saciedad.
También se constató en estas personas una reducción en la grelina, una hormona que estimula al cerebro para que se incremente el apetito.
El hecho de que, en comparación con masticar mucho, el hacerlo poco mitigue menos la sensación de hambre, va acompañado de la circunstancia de que, a menudo, en la vida ajetreada de muchas personas, se tiende a masticar poco la comida porque hay prisa en comer. Zamparse a la carrera el almuerzo, desayuno o lo que sea, estaría por tanto actuando de un modo que favorecería más el ganar peso que el perderlo. Por supuesto, a veces no hay más remedio que comer rápido, sobre todo cuando el momento de salir a trabajar está cerca, pero sería aconsejable que siempre que se dispusiera de suficiente tiempo, la gente masticara bien lo que come. No sólo se lo agradecería su estómago por ver reducida su carga de trabajo y poder así hacer mejor la digestión, sino que también sería una vía fácil de ayudar al cuerpo a evitar el sobrepeso.
También se constató en estas personas una reducción en la grelina, una hormona que estimula al cerebro para que se incremente el apetito.
El hecho de que, en comparación con masticar mucho, el hacerlo poco mitigue menos la sensación de hambre, va acompañado de la circunstancia de que, a menudo, en la vida ajetreada de muchas personas, se tiende a masticar poco la comida porque hay prisa en comer. Zamparse a la carrera el almuerzo, desayuno o lo que sea, estaría por tanto actuando de un modo que favorecería más el ganar peso que el perderlo. Por supuesto, a veces no hay más remedio que comer rápido, sobre todo cuando el momento de salir a trabajar está cerca, pero sería aconsejable que siempre que se dispusiera de suficiente tiempo, la gente masticara bien lo que come. No sólo se lo agradecería su estómago por ver reducida su carga de trabajo y poder así hacer mejor la digestión, sino que también sería una vía fácil de ayudar al cuerpo a evitar el sobrepeso.
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