Issidoros Sarinopoulos. (Foto: G.L.
Kohuth)
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En investigaciones anteriores ya se había mostrado que los médicos que escuchan con atención tienen pacientes que se sienten más satisfechos con la atención médica recibida y que además obtienen mejores resultados para su salud. Sin embargo, más allá de la obvia circunstancia de que un médico bien informado por su paciente sobre todos los detalles de su enfermedad es más capaz de curarle que otro informado sólo a medias, nunca había estado muy claro por qué el efecto beneficioso de un contacto más amistoso entre médico y paciente parece llegar más lejos.
El estudio realizado ahora por el equipo de Issidoros Sarinopoulos, de la Universidad Estatal de Michigan, Estados Unidos, es el primero en el que se ha abordado la relación centrada en el paciente desde un punto de vista neurobiológico. "Para los médicos y otras personas que defienden este tipo de relación con el paciente es importante demostrar que existe una base biológica", recalca Sarinopoulos.
El estudio se realizó con una muestra pequeña de sólo nueve mujeres y, tal como advierte Sarinopoulos, necesitará ser repetido a mayor escala antes de que los resultados se puedan considerar firmes.
En el estudio, las pacientes participaron al azar en uno de dos tipos de entrevista con un médico antes de someterse a un escaneo mediante resonancia magnética por imágenes. En la primera clase de entrevista, centrada en la paciente, los médicos se ofrecían a contestar preguntas sobre cualquier preocupación que las participantes tuvieran sobre el procedimiento, y hacían preguntas abiertas y distendidas que permitían a las pacientes hablar libremente sobre su trabajo, su vida familiar y otros factores psicológicos y sociales que pueden influir sobre la salud. A las demás pacientes, asignadas al segundo tipo de entrevista, sólo se les hacían preguntas específicas sobre información clínica tales como su historial médico y qué medicamentos estaban tomando.
Como era de esperar, las pacientes a las que se hizo la primera clase de entrevista, dijeron tener una mayor satisfacción y confianza en su médico en un cuestionario posterior a la entrevista.
Luego, las participantes fueron colocadas en el escáner de resonancia magnética y se les aplicó una serie de descargas eléctricas leves, similares a la molestia de tener insertada la típica aguja con cánula usada en hospitales, mientras miraban una foto del médico que se les dijo que estaba supervisando el procedimiento. Los escaneos de resonancia magnética midieron la actividad en la ínsula anterior (la parte del cerebro que hace que la gente perciba el dolor) antes de las descargas eléctricas y mientras éstas eran aplicadas.
Los escaneos cerebrales revelaron que las pacientes a las que se hizo la primera clase de entrevista mostraban una menor actividad en la ínsula anterior cuando miraban una foto del médico que les entrevistó que cuando la foto era de un médico desconocido. Esas participantes también dijeron haber sentido menos dolor cuando las fotos mostraban al médico conocido.
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