Medidor de estrés: el sensor de Neumitra se lleva en la muñeca, detecta un aumento de la sudoración y la temperatura asociados con el estrés o la emoción y puede transmitir mensajes a quien lo lleva.
Impulsadas por la creciente preocupación por el síndrome de estrés postraumático (SEPT) y otras enfermedades mentales, dos start-ups con origen en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), están desarrollado sensores para llevar en la muñeca, capaces de detectar cambios fisiológicos -incluyendo el sudor y el aumento de la temperatura corporal- que pueden señalar el inicio de sucesos como los ataques de ansiedad.
Los datos recogidos por estos aparatos los analiza un algoritmo cuyo objetivo es conocer qué dispara la ansiedad o cuándo alguien puede estar a punto de hacer algo arriesgado. Uno de los objetivos es detectar comportamientos destructivos, desde la drogadicción a los ataques de violencia, y ayudar con el tratamiento.
Aunque la tecnología sigue siendo experimental y los aparatos se usan principalmente para investigaciones médicas, anuncian la llegada de versiones para los consumidores y aplicaciones asociadas que permitan a la gente hacer un seguimiento de su estado anímico y sus niveles de estrés. Otras tecnologías emergentes tienen como finalidad detectar las emociones usando sutiles pistas sobre cómo usa la gente los teléfonos inteligentes (ver “Un teléfono inteligente que sabe si estás de mal humor”).
La más nueva de estas start-ups, Neumitra, cuya sede está en Boston (EE.UU.), salió a la luz en 2012 al presentar un aparato capaz de medir indicadores de las emociones o el estrés, entre ellos el nerviosismo, una mayor conductividad de la piel debido a la sudoración y una temperatura corporal más elevada. El aparato, llamado 'bandu', envía las lecturas de los datos al teléfono inteligente de quien lo porta, que las recoge para posteriormente analizarlas. El aparato también incluye una pantalla que se puede personalizar para sugerir, por ejemplo, que te tomes tus medicinas, llames a un ser querido o escuches una canción.
El reto es determinar con exactitud qué cambios fisiológicos están relacionados con el estrés. Los investigadores tienen que cribar y eliminar el ruido, como el sudor debido al ejercicio o la excitación producida al ver a tu equipo favorito jugar, por ejemplo. Algunas de las mejoras provendrán de algoritmos que aprenden solos.
El aparato de Neumitra ya se está usando en nuevas investigaciones en el Hospital General de Massachusetts (EE.UU.), entre ellas, en proyectos para tratar a pacientes con SEPT y otros trastornos de ansiedad. El objetivo de la investigación es crear registros detallados de lo que dispara la ansiedad, explica Darin Dougherty, director de la división de nanoterapia del hospital. A pesar de que la tecnología aún se encuentra en sus primeras fases de desarrollo, Dougherty afirma que el aparato tiene el potencial de cubrir un vacío en el diagnóstico.
“Antes el médico dependía de la memoria subjetiva de los pacientes sobre los días o semanas entre sus citas médicas como única medida de sus síntomas de ansiedad”, explica Dougherty. El aparato “proporciona datos objetivos minuto a minuto respecto a los síntomas de ansiedad del paciente”, y tanto el médico como el paciente pueden disponer de ellos.
Robert Goldberg, neurocientífico y fundador de Neumitra, señala la existencia de un panorama nacional desolador: uno de cada tres adultos estadounidenses tiene alguna forma de enfermedad mental –desde déficit de atención a hiperactividad pasando por SEPT- lo que hace que las enfermedades mentales supongan un tercio de los gastos sanitarios del país. Ahora mismo hay más soldados que mueren por suicido que en combate. “Mi objetivo es llevar las tecnologías móviles portátiles al campo de la salud mental”, afirma Goldberg.
La tecnología que subyace bajo el aparato de Neumitra es parecida a un dispositivo comercial fabricado por Affectiva, una start-up que proviene del Laboratorio de Medios del MIT (Media Lab) y que se ha empezado a usar hace poco en la investigación médica.
El sensor Q de la empresa lleva usándose más de un año en pruebas con una compañía cuya identidad no se ha revelado que intenta desarrollar una medida fisiológica del dolor. Esto supondría un avance muy importante, puesto que el diagnóstico del dolor ahora mismo depende exclusivamente de los informes subjetivos de los pacientes.
El aparato también se está usando en ensayos clínicos para medir la eficacia de los medicamentos en pacientes con síndrome de Rett, un desorden neurológico de origen genético que puede producir pérdida del habla, problemas de coordinación motora y afectar a la función cognitiva. El objetivo en este caso es observar si el medicamento produce cambios mensurables en los niveles de estrés, el movimiento y los patrones de sueño del paciente.
Recientemente Affectiva ha logrado avances en otras aplicaciones médicas. En un estudioreciente, el aparato demostró que puede servir como detector de síntomas de un tipo de ataque epiléptico asociado con la muerte súbita. Más de 50.000 personas mueren al año por ataques, la mayoría sin causa conocida. Pero en algunos casos en los que las víctimas murieron llevando puestos aparatos en la cabeza capaces de medir la actividad cerebral (un electroencefalógrafo), los médicos descubrieron que las ondas cerebrales habían sido suprimidas de forma extraordinaria.
Rosalind Picard, cofundadora de Affectiva y directora de investigación en computación afectiva en el Media Lab afirma que las respuestas fisiológicas medidas por el sensor Q están asociadas con este mismo tipo de actividad cerebral suprimida (que no siempre es mortal). “Ahora tenemos una correlación que es mucho más sencilla de usar que llevar puesto un electroencefalógrafo todo el tiempo”, explica Picard. Se están planeando ensayos clínicos usando el aparato para pacientes epilépticos, añade.
El sensor Q también puede servir para predecir ataques en niños autistas, que suelen tener problemas para verbalizar sus emociones (ver “Un sensor detecta las emociones a través de la piel”). Picard afirma que su empresa también está trabajando en formas de detectar cambios capaces de indicar que una persona está a punto de iniciar un comportamiento arriesgado o destructivo, como la drogadicción o incluso los ataques de ira.
En la actualidad Affectiva se está centrando en proveer a investigadores. Un aparato cuesta 2.000 dólares (unos 1.500 euros) pero el precio ronda los mil dólares si se venden en grandes cantidades, incluyendo el software y el soporte técnico. La empresa no vende a los consumidores finales, pero podría haber una versión para el mercado doméstico dentro de un año o dos, según Picard.
Goldberg afirma que el aparato de Neumitra se venderá por un precio que oscilará entre los 249 y los 1.499 dólares (entre unos 190 y unos 1.100 euros), dependiendo de las características de que disponga y los análisis que haga y estará disponible para consumidores, investigadores e instituciones a lo largo de 2013.
Goldberg explica que, en parte, la inspiración vino de un veterano de guerra con ataques de ansiedad. Cuando llevaba tres años de terapia se dio cuenta de que uno de los disparadores de estrés para él era ir a una cadena de supermercados en concreto. Para él la experiencia –extraños que aparecían en medio de un laberinto de pasillos sujetando objetos- era amenazadora. “El supermercado era un disparador. Podríamos haberle dado esa misma información en una sola semana”, afirma el neurocientífico.
Goldberg creó un mapa con sus propios disparadores de estrés, incluyendo varios puntos calientes en el campus del MIT y sus alrededores. Afirma que se dio cuenta de que se debían a las ocasiones en que tenía que ir corriendo para llegar a los eventos y a cuando se le pedía que hablara en público, como hizo recientemente en un evento para start-upsrelacionadas con la salud.
“En individuos sanos se observa estrés asociado con su realidad. Yo soy capaz de detectar los míos y el hablar en público es una de las mayores fobias en general”, afirma. Al final, si mucha gente lleva monitores de estrés, una empresa podría descubrir qué lo causa a sus empleados, los ayuntamientos podrían saber dónde se sienten inseguras las mujeres y todo un país podría tomarse el pulso del estrés colectivo.
Después del evento, Goldberg me invitó a que me colocara la pulsera. A continuación me pidió que dijera el alfabeto al revés delante de varios desconocidos que me observaban con un brillo malicioso en los ojos. Me perdí alrededor de la “W”. Goldberg, observando la lectura en su teléfono inteligente, dijo que el sudor de mi muñeca y mi temperatura indicaban que mi estrés había aumentado un 50 por ciento.
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