La Organización Mundial de la Salud afirma que “la peste” de este siglo son los accidentes de tránsito: para 2030 provocarán dos millones de muertos, tantos como la pandemia de SIDA.
Además de la tragedia incontenible que está significando la siniestralidad en el tránsito, la OMS advierte que el gasto que ello implica es equivalente al 2% del Producto Bruto Interno en los países desarrollados y hasta el 5% del de los demás.
El peor problema se vive en los países en vías de desarrollo donde circulan la mitad de los vehículos existentes en el planeta, pero tiene hasta el 80% de los accidentes que se registran. Un total de 1,3 millones de muertes en el mundo de los cuales un millón es para los subdesarrollados, incluyendo a los peatones atropellados.
Sin embargo la relación no guarda una lógica con la cantidad de vehículos: mientras los últimos datos disponibles del Banco Mundial (2010), muestran 121 autos por cada 1.000 habitantes en los países en desarrollo, hay 620 por cada mil habitantes en las naciones industrializadas.
Ni siquiera tener buenas leyes parece ser suficiente
Los estudios de la OMS revelan que sin educación los caminos seguirán siendo cada vez más peligrosos, en tanto inclusive cuando se han aplicado normativas muy severas, tampoco se ha logrado éxito. Afirman como ejemplo a Rumania, donde las leyes son sumamente estrictas, pero las multas no son perseguidas para cobrar, por lo que no hay casi consecuencia del control.
La velocidad de construcción vial en los países subdesarrollados, sin veredas, o vias peatonales, parece otro elemento de relevancia en los últimos estudios: la mitad de los muertos en accidentes en el mundo, son peatones, ciclistas o motociclistas. La Red21
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