Para investigar los efectos del envejecimiento y la soledad sobre la salud cardiovascular, los investigadores midieron la reactividad y recuperación cardiovasculares en 91 adultos jóvenes (18 a 30 años) y 91 adultos mayores (65 a 80 años), quienes tenían que dar una conferencia y hacer aritmética mental, en un entorno de laboratorio. Antes de las tareas, fueron evaluadas las diferencias individuales en el aislamiento percibido (soledad), y antes, durante y después de las tareas se midió la presión sanguínea sistólica y la diastólica.
El equipo de Anthony Ong, Jeremy Rothstein y Bert Uchino constató que la respuesta cardiovascular de los adultos jóvenes solitarios a la tarea generadora de estrés social se asemejaba más a la de los adultos mayores que no se sentían solos.
Como era de esperar, los investigadores encontraron que los adultos mayores tenían una mayor presión sanguínea en reposo, una mayor reactividad al estrés cardiovascular y tiempos de recuperación cardiovascular más largos en comparación con los adultos más jóvenes. La soledad aumentaba cada una de estas medidas, pero tenía efectos negativos aún mayores en los adultos de edad avanzada, haciendo que tuvieran mayor riesgo. El tiempo de recuperación de los adultos mayores solitarios, como promedio, era tan largo, que no regresaban a los niveles iniciales durante las dos horas del período de seguimiento..
Aunque en estudios anteriores se había encontrado una relación entre la soledad y cambios provocados por el estrés en las respuestas cardiovasculares, éste es el primero en analizar adultos jóvenes y mayores en el mismo estudio
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