Superdrone alemán
(U24) - Especialistas de la Universidad de Colorado en Boulder (USA) comunican que están en la etapa de pruebas de un motor de reacción para un vehículo aéreo no tripulado que promete convertirse en el primer drone creado en el siglo XXI que supere la velocidad sónica. Será el más pequeño de la historia.
GOJETT, que a primera vista parece un calamar o un misil con alas, no es el primer avión de reconocimiento supersónico de la historia, pero sí el que podría revolucionar el sector. Según prometen sus diseñadores, será de 1,8 metros de largo, con un diámetro de alas de 1,5 metros y tendrá un peso de tan solo 50 kilos. Al mismo tiempo, podrá desarrollar una velocidad promedio de 1,5M (donde Mach 1 equivale a la velocidad del sonido).
Entre otros beneficios tendrá un consumo económico del combustible y un período operativo prorrogado (comparado con drones convencionales) sin la necesidad de una reparación. No necesitará lubricantes. Además, dará la posibilidad de realizar un empuje vectorial y aumentar la velocidad programada, con la opción de equipar el motor con un postquemador, componente que se añade a motores de reacción para proporcionar un incremento temporal en el empuje, inyectando combustible adicional en la tobera de escape de la turbina.
El primer drone supersónico en la historia fue Lockheed D-21. Realizó su vuelo de inauguración en 1964. Costaba unos 5 millones de dólares y tenía una velocidad de hasta 1 kilómetro por segundo, pero en realidad fue una pieza ‘de un solo uso’ ya que no era capaz de aterrizar. Despegaba desde un avión ‘armado‘ con una cámara fotográfica de alta resolución. Volaba sobre un lugar predefinido y luego lanzaba la cámara por una escotilla al océano donde era recogida.
Mientras tanto, ingenieros estadounidenses, dirigidos por Ryan Starkey, comunican que su innovación podrá ser usada tanto para seguir la formación de ciclones y tormentas, como para cumplir con las tareas de inteligencia aérea. El precio estimado de cada drone es de entre 50.000 y 100.000 dólares. Estableciendo una comparación, es unas 60 veces menor que el coste del famoso RQ-170 espía de la CIA, considerado como el más avanzado de los actuales aviones no tripulados de reconocimiento electrónico y derribado por el Ejército de Irán el pasado mes de diciembre. Los RQ-170 no son supersónicos y tienen un diámetro de alas de unos 20 metros.
Hoy en día especialistas de la Universidad de Colorado están finalizando las pruebas terrestres del motor. El primer vuelo experimental del prototipo del drone está programado para finales de este año.
Visión mejorada
Un sensor CMOS desarrollado por investigadores en el Instituto Fraunhofer para Sistemas y Circuitos Microelectrónicos en Duisburgo es parte fundamental de una nueva tecnología anticolisión destinada a esos robots voladores. El sensor puede medir distancias tridimensionales muy eficientemente. Al igual que en una cámara en blanco y negro, a cada pixel en el sensor se le da un valor de gris. Pero además de eso, a cada píxel se le asigna un valor de distancia. Esto permite a los drones determinar con exactitud su posición en relación con otros objetos a su alrededor.
El sensor de distancia desarrollado por el citado instituto, cuyo jefe del departamento de desarrollo es Werner Brockherde, ofrece ventajas significativas respecto al radar, el cual mide distancias usando ecos reflejados. El sensor tiene una resolución local mucho más alta. Los robots voladores que usan esta tecnología son capaces de identificar objetos pequeños que miden 20 por 15 centímetros, a distancias de hasta 7,5 metros. Además, esta información de distancia se transmite luego a la asombrosa velocidad de 12 imágenes por segundo.
Incluso con luz interfiriendo, como cuando un drone vuela directamente en dirección al Sol, el sensor proporcionará imágenes precisas.
Los sensores de distancia tridimensionales están incorporados a cámaras fabricadas por TriDiCam, una empresa dependiente del citado instituto. Jochen Noell es el director ejecutivo de esta compañía.
Además de para las labores citadas, esta clase de robots voladores también podría ser útil para los responsables de urbanismo, quienes podrían usarlos para producir modelos 3D detallados de calles o para inspeccionar tejados a fin de establecer su idoneidad para instalaciones de energía solar.
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