La llamada “isla de la basura” contiene más de 6 millones de
toneladas de plástico y flota a la deriva cerca de las costas de Estados
Unidos. Una expedición va a analizar el impacto de la basura marina en la vida
de los peces pequeños, plancton y otros microorganismos.
En el presente mes de mayo, transcurrido un año de un
frustrado intento, una expedición se dirige rumbo al “séptimo continente”. Se
trata de un gigantesco basurero flotante que acumula toda clase de desperdicios
plásticos. Además es más grande que el territorio de la Argentina.
La expedición recibe el nombre “7° continente”. A cargo de
su armado está el explorador francés Patrick Deixonne, de 48 años. Cuando él
participaba en una carrera de remo, en 2009, imprevistamente se encontró con
esta gran isla de basura.
Deixonne puntualiza que, en plena carrera, al ver todos esos
desperdicios plásticos que flotaban a su alrededor sintió perplejidad y
se preguntó: “¿Adónde va todo esto?”.
Al regresar a tierra, el francés obtuvo la respuesta. Todos
esos desperdicios confluyen en el punto de encuentro de corrientes marinas,
posteriormente se enroscan bajo el efecto de la rotación de la tierra. Por
último, forman una inmensa masa giratoria.
Procedentes de las costas y los ríos, millones de toneladas
flotan en las cinco principales masas de desperdicios formadas en todos los
océanos, cuya fuerza centrípeta las aspira hacia el centro, en el Pacífico.
Los científicos afirman que esta “sopa”, en su esencia, está
compuesta por microdesperdicios de plástico descompuesto y en suspensión bajo
la superficie del agua, en ocasiones a 30 metros de profundidad.
La “isla de la basura” es improbable que pueda ser detectada
por las observaciones desde los satélites. Sólo es visible desde los barcos.
El Centro Nacional de Estudios Espaciales Franceses (CNES),
la agencia espacial francesa que apadrina la misión “7° continente”, sostienen
que esta masa del Pacífico norte, entre California y Hawai, es una de las más
importantes del planeta, con una superficie de 3,4 millones de km2.
Al hallarse la placa de desperdicios en aguas poco
transitadas por la navegación militar y turística, pareciera que el problema
solamente interesa a los científicos y a los ecologistas.
El descubrimiento de esta masa de desperdicios fue realizado,
de manera fortuita, por el oceanógrafo estadounidense Charles Moore en 1997.
Desde entonces ha sido objeto de muy pocos estudios sobre su impacto en la
contaminación del océano y su fauna.
La fecha de partida de la expedición es el 20 de mayo, el
lugar elegido es una localidad del sur californiano: Oceanside. En todo el
recorrido está previsto que tome medidas para comparar la concentración y
la naturaleza de los desperdicios.
La llegada a la zona de mayor concentración de basura (a
1900 km de las costas) demandará entre seis y siete días. Es decisivo el aporte
de la guía vía satélite, proporcionada por sus socios.
En tanto que un captor realizado por alumnos de Ingeniería
de Toulouse, en cooperación con el CNES, también será probado en una boya a la
deriva. Dicha boya permite distinguir en el agua a los plásticos del plancton y
de otras partículas vivas.
El paso siguiente es cartografiar las áreas contaminadas
gracias a imágenes satelitales. Algo nunca hecho hasta hoy.
La fecha original de la expedición era mayo de 2012. El
fracaso se debió a incidentes provocados por desperdicios plásticos.
Una bolsa de plástico, antes de salir de California, había
bloqueado la bolsa de agua de la goleta de 1938 fletada por Deixonne. A lo que
se agregó otra dificultad, restos de una caña de pescar de nylon habían roto el
timón en el Golfo de México.
Este tipo de problemas afectan cada vez más a los navegantes
californianos. En atención a estos antecedentes ha tomado sus recaudos. Este
año, la expedición contará con un poderoso barco con motor y tres tripulantes
aportado por el Yatch Club de Oceanside.
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