El prototipo detecta inflamaciones y hemorragias en un estudio piloto, pero la nueva técnica debe seguir sometiéndose a pruebas.
POR LUCAS LAURSEN TRADUCIDO POR LÍA MOYA (OPINNO) MIT
Un casco que envía un campo magnético a través de la cabeza de quien lo lleva podría servir, en el futuro, para diagnosticar de forma rápida si existe una inflamación o una hemorragia en el cerebro como resultado de una lesión.
El dispositivo no permite a los investigadores crear una imagen de la lesión cerebral, como se puede hacer con la tomografía axial computerizada (TAC) o las imágenes por resonancia magnética (RM), tecnologías punteras que se usan en los grandes hospitales. Pero algún día podría ofrecer a quienes se encuentran en zonas más remotas un método sencillo y barato de decidir si un paciente tiene que trasladarse para recibir cuidados médicos avanzados (ver "Un método de captura de imágenes revela lesiones ocultas del cerebro"). También servir para detectar lesiones cerebrales en los deportes profesionales, aunque la técnica aún se tiene que ganar el beneplácito de todos los expertos en detección de lesiones neurológicas.
"Pensamos que había hueco para una tecnología intermedia", explica el bioingeniero Boris Rubinsky de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos), uno de los directores del estudio y poseedor de patentes relacionadas con la tecnología.
Hace décadas que los investigadores médicos saben que cada tejido corporal tiene su propia impedancia eléctrica, que puede cambiar en presencia de fluidos. Una tecnología emergente llamada tomografía de impedancia eléctrica (TIE) detecta esas impedancias mediante electrodos colocados en la cabeza de una persona. Pero los electrodos son complicados de manejar y conseguir señales adecuadas requiere cierta práctica. Las boninas magnéticas desarrolladas por Rubinsky y sus compañeros en el Instituto Politécnico Nacional de México DF (México) no requieren electrodos.
Otros han intentado detectar la acumulación de fluidos en el cerebro midiendo cambios en la fuerza del campo magnético, explica el bioingeniero Antoni Ivorra de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Pero una inflamación o una hemorragia pueden suponer una diminuta fracción del volumen cerebral, haciendo que sea una señal difícil de extraer. En cambio, el sistema de Rubinsky, llamado espectroscopia volumétrica electromagnética de cambio de fase o VEPS en sus siglas en inglés, depende del cambio de fase del campo magnético, que Ivorra afirma es más fiable.
El estudio piloto no tiene la validez estadística necesaria para poder hacer generalizaciones sobre el potencial de la tecnología, según el neurólogo David Brody de Washington University en San Luis (EE.UU.). Rubinsky reconoce que él y sus compañeros necesitan más muestras: se encuentran recogiendo más datos de medición de VEPS de pacientes con lesiones cerebrales en la Universidad de California en San Francisco para construir una base de datos mucho mayor. Otro objetivo es distinguir no solo entre voluntarios lesionados y sanos, sino entre pacientes con inflamación y pacientes con hemorragia, puesto que cada uno de estos estados requiere un tratamiento diferente.
Javier Rosell ingeniero biomédico de la Universidad Politécnica de Cataluña en Barcelona conoció la técnica VEPS en un congreso el mes pasado. Él también se muestra escéptico y afirma que los cambios en la fase magnética observados en algunos pacientes sanos en este estudio se parecen tanto a los observados en pacientes lesionados, que sería difícil hacer diagnósticos fiables. "Podría haber otras explicaciones", afirma. "Es un campo muy nuevo y no tenemos modelos que expliquen todos los resultados que estamos obteniendo".
Los críticos quizá quieran ver al equipo replicar sus resultados en cifras mucho mayores de voluntarios, pero Rubinsky sigue adelante. Su empresa, Cerebrotech, ha obtenido una subvención de 250.000 dólares (unos 191.000 euros) del Instituto Nacional de Investigación en Biomedicina Espacial de Estados Unidos este año para desarrollar un dispositivo parecido que sirva para hacer un seguimiento de la acumulación de fluido cerebral en astronautas.
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