Un proyecto llevado a cabo en USA durante tres años por un grupo de 42 académicos de 20 universidades y centros de investigación ha concluido que mucho de lo que creemos saber sobre violencia doméstica no es cierto.
"Aunque confirma que las mujeres sufren más el impacto de la violencia doméstica", asegura John Hamel, director de la investigación, "estos hallazgos recomiendan importantes cambios de políticas, incluyendo la necesidad de prestar más atención a la violencia cometida por mujeres, abuso mutuo y las necesidades de las víctimas masculinas".
El Proyecto sobre el Estado del Conocimiento del Abuso en Pareja (PASK, por sus siglas en inglés) es un compendio de más de 1.700 estudios publicados sobre este asunto cuyas conclusiones acaban de ser publicadas en la revista Partner Abuse.
Excepto en lo referente a la coacción sexual, hombres y mujeres perpetran abusos físicos y no físicos en porcentajes similares, la mayor parte de la violencia doméstica es mutua, las mujeres son tan controladoras como los hombres, la violencia doméstica de hombres y mujeres está correlacionada con los mismos factores de riesgo y sus motivaciones son similares en ambos casos.
"A lo largo de los años, la investigación sobre el abuso en pareja se ha ido fragmentando y politizando innecesariamente", asegura Hamel, quien afirma que el proyecto está basado en la premisa de que "todos tenemos derecho a nuestra propia opinión, pero no a nuestros propios hechos".
No es la primera vez que los estudios muestran una imagen más compleja y alejada de la narrativa oficial. Por ejemplo, en 1989 el Canadian Journal Of Behavioural Science publicó los resultados de una investigación que sí servía para avanzar la imagen de "violencia machista" que puebla el discurso político en el mundo occidental.
Sin embargo, otra autora, Marilyn Kwong, volvió a analizar los datos diez años más tarde. Se habían olvidado de informar de los resultados que ofrecía la encuesta en dirección contraria. Así, por ejemplo, aunque el 10,8 por ciento de los hombres encuestados habían empujado, agarrado o lanzado objetos contra su pareja, el 12,4 por ciento de las mujeres también lo había hecho. Kowg examinó después otros ocho estudios y averiguó que el patrón se repetía.
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