En los años sesenta se llevó a cabo un estudio en la Universidad de Ohio . sobre las enfermedades del corazón, nutriendo unos conejos con productos altamente tóxicos y de alto contenido en colesterol con vistas a bloquear sus arterias, duplicando así el efecto que estas dietas
suelen tener sobre las arterias humanas.
Los resultados fueron patentes en todos los grupos de conejos excepto en uno, el cual curiosamente presentaba un 60% menos de síntomas nefastos.
No había ningún elemento en la fisiología de los conejos que pudiese explicar una mayor tolerancia a una dieta tóxica hasta que se descubrió por casualidad que el estudiante encargado de darles de comer solía mimarlos; los hablaba y acariciaba. Los tenía en sus manos, y era cariñoso con ellos durante unos minutos antes de darles de comer; parece inverosímil, pero esta sencilla diferencia respecto de los demás conejos les permitió sobrellevar mejor la dieta tóxica.
Este tipo de experimentos se ha vuelto a repetir : unos conejos eran tratados de modo neutro, mientras a los demás se les trataba con cariño, y los resultados fueron idénticos. Una vez más, el mecanismo oculto en esta clase de inmunidad es misterioso; parece mentira que la evolución haya construido en la mente del conejo una respuesta inmunizadora que precisa del cariño humano
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