Vivió hace 34 millones de años y es, por lejos, el más grande de todos los tiempos. A partir de los restos hallados se pudo estimar cuál era su estrategia de buceo y que su musculatura era voluminosa y robusta.
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Emanuel Pujol (Agencia CTyS) - Aunque los pingüinos suelen transmitir simpatía y hay quienes los llaman pájaros bobos, a este gigante hallado en la Península Antártica, del que se encontraron algunos de los huesos que unían sus alas con el esternón y la columna, nadie se atrevería a decirle así.
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La paleontóloga Carolina Acosta Hospitaleche, responsable del estudio y la descripción de este pingüino de dimensiones bestiales, mencionó a la Agencia CTyS que “los cálculos realizados indican que se trata del pingüino más grande que se conoce hasta el momento en cuanto altura y masa corporal”.
La evaluación del tamaño de los pingüinos y de otras especies, generalmente, se hace a partir de huesos largos como el húmero. Pero, en este caso, como solamente se contaba con parte de su cintura escapular, la estimación se realizó de manera indirecta a través de su coracoides. Aun así, los cálculos más cautelosos indican que, como mínimo, alcanzó los dos metros de altura.
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“Es posible imaginar que midió mucho más, pero no tenemos tantos elementos como para arriesgar una medida más grande, por lo que preferimos mantener una postura conservadora”, expresó la investigadora del Museo de La Plata y del CONICET.
Este hallazgo realizado por el director de las campañas paleontológicas del Instituto Antártico Argentino, Marcelo Reguero, cuenta con otra particularidad: es la primera vez que se encuentran en el continente blanco esqueletos articulados, es decir, no dispersos, lo que permitió saber más sobre la anatomía y el tipo de locomoción que tenía este ejemplar extraordinario.
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La doctora Acosta Hospitaleche pudo reconstruir parte de su musculatura y analizó junto con el profesor Ulises Di Carlo la mecánica de buceo que habría empleado.
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“Todos los pingüinos que se han descubierto tuvieron una gran capacidad de buceo, pero las especies actuales cuentan con una estructura que les permite efectuar pequeños movimientos de rotación del ala en su articulación, para ajustar y dirigir de una manera más efectiva la fuerza que realizan para impulsarse en el agua. En cambio, estepingüino gigante debía emplear mucha más fuerza y tenía una musculatura más desarrollada”, relató la paleontóloga.
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Un gigante al que no se le conoce su familia
Este ejemplar no solamente era alto, sino que también tenía una estructura ósea y muscular robusta. Sin embargo, más allá de las deducciones que permitió realizar el hallazgo de su cintura escapular, con estos elementos no se puede definir a qué género de pingüinos perteneció o si se trata de una nueva especie.
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Por ello, la campaña antártica que se realizará durante el verano próximo será una nueva oportunidad para recopilar más información. “La idea es buscar nuevos esqueletos en la formación la Meseta, específicamente en los niveles más altos que es de donde ya se han realizado hallazgos en viajes anteriores”, comentó Acosta Hospitaleche.
La investigadora comentó que, para buscar nuevos fósiles en la Península Antártica, los paleontólogos caminan la zona tratando de encontrar algún fósil en la superficie y, a partir de allí, se decide realizar excavar con el anhelo de encontrar más restos.
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Mientras vivía este gigante, hace 34 millones de años, en la Antártida había colonias de hasta diez especies distintas de pingüinos, algunas de las cuales medían 50 centímetros, al igual que algunos pingüinos actuales.
Esta gran diversidad indica que el Eoceno superior fue una época propicia para el desarrollo de estas aves, con un ambiente óptimo y sin muchos competidores marinos que les disputaran el alimento.
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La doctora Acosta Hospitaleche mencionó que algunos pingüinos se alimentaban de peces, generalmente los más grandes, mientras que otros consumían crustáceos y también había especies más generalistas y oportunistas que se alimentaban según las posibilidades del momento.
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“Se puede determinar sus hábitos tróficos por la forma que tienen sus cráneos, infiriendo cómo se disponían los músculos, el grado de desarrollo de su lengua y la apertura del pico, entre otros factores”, explicó en torno a otra línea de investigación que desarrolla conjuntamente con la estudiante y becaria de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Nadia Haidr.
Respecto al pingüino más grande de todos los tiempos, no hay elementos craneales disponibles que permitan inferir sus hábitos tróficos ni sus preferencias dietarias, pero podría haberse alimentado de peces, al igual que el pingüino emperador, que es la especie de mayor tamaño que se conoce hoy en día y alcanza los 1,20 metros de altura.
La temperatura en el polo sur hace 34 millones de años era un poco más cálida y recién se estaba formado la corriente circumpolar antártica, aunque la paleontóloga mencionó que “desde su surgimiento, hace 60 millones de años, los pingüinos estuvieron relacionados con corrientes de agua fría”.
Emanuel Pujol (Agencia CTyS) - Aunque los pingüinos suelen transmitir simpatía y hay quienes los llaman pájaros bobos, a este gigante hallado en la Península Antártica, del que se encontraron algunos de los huesos que unían sus alas con el esternón y la columna, nadie se atrevería a decirle así.
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La paleontóloga Carolina Acosta Hospitaleche, responsable del estudio y la descripción de este pingüino de dimensiones bestiales, mencionó a la Agencia CTyS que “los cálculos realizados indican que se trata del pingüino más grande que se conoce hasta el momento en cuanto altura y masa corporal”.
La evaluación del tamaño de los pingüinos y de otras especies, generalmente, se hace a partir de huesos largos como el húmero. Pero, en este caso, como solamente se contaba con parte de su cintura escapular, la estimación se realizó de manera indirecta a través de su coracoides. Aun así, los cálculos más cautelosos indican que, como mínimo, alcanzó los dos metros de altura.
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“Es posible imaginar que midió mucho más, pero no tenemos tantos elementos como para arriesgar una medida más grande, por lo que preferimos mantener una postura conservadora”, expresó la investigadora del Museo de La Plata y del CONICET.
Este hallazgo realizado por el director de las campañas paleontológicas del Instituto Antártico Argentino, Marcelo Reguero, cuenta con otra particularidad: es la primera vez que se encuentran en el continente blanco esqueletos articulados, es decir, no dispersos, lo que permitió saber más sobre la anatomía y el tipo de locomoción que tenía este ejemplar extraordinario.
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La doctora Acosta Hospitaleche pudo reconstruir parte de su musculatura y analizó junto con el profesor Ulises Di Carlo la mecánica de buceo que habría empleado.
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“Todos los pingüinos que se han descubierto tuvieron una gran capacidad de buceo, pero las especies actuales cuentan con una estructura que les permite efectuar pequeños movimientos de rotación del ala en su articulación, para ajustar y dirigir de una manera más efectiva la fuerza que realizan para impulsarse en el agua. En cambio, estepingüino gigante debía emplear mucha más fuerza y tenía una musculatura más desarrollada”, relató la paleontóloga.
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Un gigante al que no se le conoce su familia
Este ejemplar no solamente era alto, sino que también tenía una estructura ósea y muscular robusta. Sin embargo, más allá de las deducciones que permitió realizar el hallazgo de su cintura escapular, con estos elementos no se puede definir a qué género de pingüinos perteneció o si se trata de una nueva especie.
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Por ello, la campaña antártica que se realizará durante el verano próximo será una nueva oportunidad para recopilar más información. “La idea es buscar nuevos esqueletos en la formación la Meseta, específicamente en los niveles más altos que es de donde ya se han realizado hallazgos en viajes anteriores”, comentó Acosta Hospitaleche.
La investigadora comentó que, para buscar nuevos fósiles en la Península Antártica, los paleontólogos caminan la zona tratando de encontrar algún fósil en la superficie y, a partir de allí, se decide realizar excavar con el anhelo de encontrar más restos.
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Mientras vivía este gigante, hace 34 millones de años, en la Antártida había colonias de hasta diez especies distintas de pingüinos, algunas de las cuales medían 50 centímetros, al igual que algunos pingüinos actuales.
Esta gran diversidad indica que el Eoceno superior fue una época propicia para el desarrollo de estas aves, con un ambiente óptimo y sin muchos competidores marinos que les disputaran el alimento.
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La doctora Acosta Hospitaleche mencionó que algunos pingüinos se alimentaban de peces, generalmente los más grandes, mientras que otros consumían crustáceos y también había especies más generalistas y oportunistas que se alimentaban según las posibilidades del momento.
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“Se puede determinar sus hábitos tróficos por la forma que tienen sus cráneos, infiriendo cómo se disponían los músculos, el grado de desarrollo de su lengua y la apertura del pico, entre otros factores”, explicó en torno a otra línea de investigación que desarrolla conjuntamente con la estudiante y becaria de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Nadia Haidr.
Respecto al pingüino más grande de todos los tiempos, no hay elementos craneales disponibles que permitan inferir sus hábitos tróficos ni sus preferencias dietarias, pero podría haberse alimentado de peces, al igual que el pingüino emperador, que es la especie de mayor tamaño que se conoce hoy en día y alcanza los 1,20 metros de altura.
La temperatura en el polo sur hace 34 millones de años era un poco más cálida y recién se estaba formado la corriente circumpolar antártica, aunque la paleontóloga mencionó que “desde su surgimiento, hace 60 millones de años, los pingüinos estuvieron relacionados con corrientes de agua fría”.
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