Los investigadores españoles y brasileños que llevan a cabo el estudio internacional sobre el Síndrome del Dolor Fantasma (SDF) promovido por Andade (Asociación Nacional de Amputados) con sede en Valladolid, y financiado por la Fundación Mapfre, han publicado los resultados finales de las pruebas realizadas en mayo del pasado año a 52 personas amputadas en Sevilla, Santiago de Compostela y Valladolid. El trabajo ha investigado el dolor fantasma desde un punto de vista biológico, psicológico y social, cuantificando la intensidad del dolor fantasma, la temperatura del muñón mediante termografía, el estado de depresión, ansiedad y dramatización del dolor y la calidad de vida del sujeto.
Los resultados del trabajo, publicados en la revista Trauma de la Fundación Mapfre, ponen de manifiesto que el 32’4 por ciento considera la periodicidad del dolor indeterminada, es decir, que no existe una “regularidad” o “patrón” por el que se presente el dolor, aunque el 27 por ciento lo señaló constante y el 16’2 con periodicidad mensual. En el mismo sentido, los principales factores que empeoran, desencadenan o alivian el dolor fantasma fueron el estrés emocional y físico y el cambio de temperatura. Asimismo, la asociación o mezcla de estos factores también fue relatada por los pacientes. Se observó que 16’8 por ciento no sabría informar qué factores empeoran o desencadenan el dolor, lo que se conoce como “vulnerabilidad”.
Asimismo, son muchas las medidas que adoptan los afectados para sentir alivio frente al dolor fantasma. La medicación, el masaje en el muñón (junto con la aplicación de hielo, baños calientes, etc) y el ejercicio físico son las principales. Sin embargo, mayoría de los pacientes (el 83’7 por ciento) no había realizado tratamiento específico contra el dolor fantasma en el momento de la entrevista y aseguraba no conocer un tratamiento efectivo ni centros especializados para tratar el dolor.
En el aparatado emocional y valorativo la percepción del dolor fantasma fue “significativa”. Los investigadores han puesto de manifiesto que “cuanto más alto es el índice de depresión, ansiedad y dramatización ante el dolor, peor es la percepción de la calidad de vida, aumentando los índices de depresión, ansiedad y dramatización cuando se les relacionaba con el tiempo que la persona llevaba amputada”.
El estudio se llevó a cabo entre 52 amputados de cualquier nivel y etiología, de ambos sexos, muñón estable y con y sin dolor fantasma. El grupo de personas con dolor fantasma fue de 37 sujetos con promedio de edad de 46 años y la mayoría fue del género masculino (27 varones y 10 mujeres). El grupo sin dolor fantasma estuvo compuesto por 15 sujetos con promedio de edad de 44 años, formado en su mayoría por hombres (13 varones y dos mujeres). Las causas traumáticas fueron las más comunes, sobre todo en los varones, aunque se estudiaron distintas etiologías. El nivel de amputación más frecuente fue el femoral.
En cuanto al tiempo que llevaban amputados varió desde los dos hasta los 480 meses. El mayor porcentaje (11’5 por ciento) de los evaluados llevaba amputado 60 meses. La mayor parte de la muestra comenzó a usar su primera prótesis a los tres meses después de la cirugía y el 81 por ciento de las personas presentó el inicio de los síntomas del síndrome del dolor fantasma (SDF) inmediatamente después de la cirugía de la amputación.
Como detalló a DiCYT Soraia Cristina Tonon da Luz, doctora en Fisioterapia de la Universidad del Estado de Santa Catarina, en Brasil, y co-autora del trabajo, se realizaron pruebas de termografía “para conocer la temperatura del muñón y comparar si hay una mayor sobrecarga o no en las personas que tienen el SDF, y también si la extremidad del muñón tiene más o menos temperatura en estos pacientes”. El estudio ha contado con dos grupos de personas, las que sufren dolor fantasma y las que no, con el objetivo “de cruzar datos y poder comparar los resultados”.
Se desarrollaron también pruebas sobre la variabilidad de la frecuencia cardiaca, en las que el individuo permanecía tumbado durante 20 minutos para comprobar la relación del dolor con la actividad del sistema nervioso autónomo parasimpático y simpático. Por otro lado, se valoró la historia clínica para conocer la evolución del paciente desde el origen del problema hasta el momento de la amputación. Los investigadores del estudio han observado indicios de que los pacientes cuya amputación tiene un origen traumático presentan habitualmente dolor fantasma, frente a los que tuvieron una cirugía planificada. En la misma línea, se ha analizado el tipo de cirugía que se llevó a cabo.
Por otra parte, los participantes en la investigación cumplimentaron además cuestionarios validados de tipo psicológico y sobre la calidad de vida que incluían un mapa del cuerpo humano donde tenían que indicar las zonas donde sienten el dolor fantasma. “Hemos visto personas en las que el SDF está totalmente desesctructurado, sienten pinchazos, hormigueo y calambres, una sensación incapacitante y es importante que las personas indiquen donde le pasa, porque se puede tratar”, asegura la investigadora, quien añade que lo ideal sería empezar a tratar el dolor inmediatamente después de la cirugía.
Los investigadores concluyen que el abordaje del dolor debe ser multidisciplinario, “empezando desde el post-operatorio inmediato, teniendo en cuenta las cuatro dimensiones del dolor e intentando comprender las interrelaciones de los componentes individuales de cada paciente”. (Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)
sábado, 15 de diciembre de 2012
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