Es normal que las fiestas de fin de año estén asociadas con la alegría, el placer, los regalos y las comidas, pero sin embargo una buena parte de la población suele acrecentar en éstas fechas un bajo estado de ánimo. Vulnerabilidad, melancolía y recuerdos son protagonistas de las celebraciones
La denominada “depresión navideña”, no es más que una depresión común caracterizada por tristeza y una fuerte visión negativa de todo aquello que le rodea al individuo que la sufre, por lo cual realizar cualquier actividad resulta difícil.
Terminar un año y comenzar otro siempre provoca sentimientos encontrados. De manera automática, comienza la reflexión sobre los 12 meses transcurridos, el recuento de éxitos, fracasos, ganancias, pérdidas y ausencias. Hasta cierto punto, la aparición de sentimientos de dolor o nostalgia son “normales” si a lo largo del año se presentaron situaciones difíciles que aún no se pudieron resolver, como ser duelos por muertes de un ser querido, un divorcio, la pérdida del empleo, una mala situación económica o la soledad.
La razón por la cual pensamos en todo esto es porque ésta festividad se relaciona con la felicidad y si no nos sentimos felices, estas fechas pueden generar depresión y tristeza. De hecho, la depresión aumenta un 40% en época navideña.
Sin embargo debemos diferenciar la tristeza de la depresión. La primera es un sentimiento y la segunda es una enfermedad; por lo tanto, la tristeza aparece y se va, mientras que la depresión se queda por más tiempo y puede afectar la vida diaria de quien la padece si no es tratada adecuadamente.
Las características principales de la depresión consisten en: aislamiento del entorno, fatiga extrema, aumento o pérdida del apetito, incremento o disminución de peso, disminución del deseo sexual, exceso o pérdida del sueño, disminución de la capacidad de concentración, tristeza intensa, ansiedad o irritabilidad, e, incluso, pensamientos incontrolables sobre muerte y suicidio, sentimientos de culpa, etc. Y, por lo general, son características que antes ya sentíamos pero que en esta época aumentan. Aquellas personas consideradas como “sensibles”, a las que les afectan los cambios y son susceptibles al salto de una estación del año a otra, son más vulnerables para ser atrapadas por los sentimientos de tristeza o melancolía. Generalmente la navidad se asocia a recuerdos de años pasados y si estos son negativos o las cosas no salieron como se esperaban, es más fácil que una persona tenga sentimientos de tristeza, acompañados de la sensación de la falta de éxito en la vida.
Otro factor importante que puede desencadenar la depresión navideña es la cuestión económica, ya que socialmente se requieren muchos gastos para la comida, los regalos, visitas a familiares si viven en otro lugar, intercambios, etc., que pueden hacernos sentir muy presionados, por lo que debemos recordar que lo importante es compartir este tiempo con la familia y no fijarnos en cosas materiales.
Comenzar un nuevo año significa dejar otro atrás, lo que nos puede angustiar o provocar nostalgia, pero hay que tener en mente que si bien termina un año que tal vez no fue muy provechoso, el que viene lo podemos convertir en un año lleno de oportunidades y buenos momentos. Hay que trabajar todo el año en sentirnos bien, no hay por qué hacerlo sólo en navidad y fin de año… la oportunidad la tenemos todos los días.
Finalmente la familia juega un papel muy importante en la superación de este problema y qué mejor que reencontrarse con ella durante las fiestas decembrinas. Este es el momento para dejar atrás las ocupaciones que impidieron convivir con las personas que uno más estima. Debemos evitar estar solos en estas fechas. Hay que recordar que se trata de momentos para compartir alegría y para eso es necesario salir de casa a divertirse, por muy desanimados que nos sintamos. Esto nos ayudará a no deprimirnos.
Por: licenciada Adriana Alonso, psicóloga, especialista en Psicocardiología de la Fundación Cardiológica Argentina (MN 42993) Infobae
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