El equipo de Aisha S. Dickerson, investigadora del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en Houston, Estados Unidos, examinó datos médicos y ocupacionales. Sobre esto último, se dividió a padres y madres entre quienes tenían empleos más de tipo técnico y quienes tenían empleos alejados de lo técnico.
Los padres que trabajaban en ingeniería eran dos veces más propensos a tener un niño con un trastorno de los del espectro autista. Los que trabajaban en finanzas tenían cuatro veces más probabilidades, y aquellos que lo hacían en el ámbito médico afrontaban hasta seis veces más posibilidades de tener a un niño con el espectro autista.
No hubo ninguna asociación con el empleo de la madre. Sin embargo, los niños que tenían tanto al padre como a la madre en campos técnicos experimentaban un riesgo mayor de sufrir alguna forma severa de autismo.
Por supuesto, extraer interpretaciones y conclusiones de estos resultados es prematuro, ya que, entre otras cosas, no se aprecian conexiones directas claras entre profesión y riesgo de engendrar un hijo con autismo que puedan explicar el fenómeno. Habrá que seguir trabajando en esta línea de investigación para ver si conduce a hallazgos claros.
En el estudio también han participado Pauline A. Filipek, directora del Centro de Autismo, adscrito al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas, así como Deborah Pearson, Katherine Loveland y Mohammad Hossein Rahbar, de la misma universidad. Fuente: NCYT
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