La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en el seno de la Comisión Nacional Intercámaras, debate en forma permanente las consecuencias que suscita la instalación de una gran superficie en el interior de nuestro país, fundamentalmente, en lo que respecta a la economía del lugar donde se asienta.
En este contexto, difundimos el artículo publicado en el medio gráfico El Diario de Paraná (Entre Ríos), el pasado 11 de febrero, el cual muestra claramente la brecha existente entre las promesas de las grandes superficies y los perjuicios que generan en la realidad concreta.
“La apertura de un gran centro comercial, un supermercado... siempre va asociada a la promesa de creación de empleo, dinamización de la economía local, precios accesibles y, en definitiva, a progreso. Pero, ¿la realidad es así? La gran distribución comercial se sustenta en una serie de mitos que, a menudo, su práctica desmiente.
En España, la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED), la patronal de la gran distribución, que agrupa a compañías como El Corte Inglés y Carrefour, entre otras, acaba de imponer un nuevo y duro convenio a sus 230.000 empleados.
A partir de ahora, trabajar un domingo equivaldrá a trabajar un día entre semana, y aquellos que hasta el momento estaban exentos por motivos familiares, también, tendrán que hacerlos. De tal modo, que se dificulta, aún más si cabe, la conciliación entre la vida personal/familiar y laboral, en un sector donde la mayor parte de trabajadores son mujeres.
Además se aplica la regla de oro del capital, trabajar más por menos: se amplía la jornada laboral y se baja el sueldo. Asimismo, si las ventas caen por debajo de las de 2010, los salarios podrán ser recortados hasta un 5 %. Llueve sobre mojado en un sector ya de por sí extremadamente precario. La ANGED, por su parte, considera que “el convenio refleja el esfuerzo de empresas y trabajadores para mantener el empleo”. Pero, ¿qué empleo?
Y ahora otra cadena multinacional anuncia que quiere despedir a 400 trabajadores, no aplicar la subida salarial pactada y recortar hasta un 20 % los sueldos de parte de su plantilla. ¿La culpable? La “previsible” caída de ventas y la crisis. El año pasado, curiosamente, la misma empresa anunció que en 2011 sus beneficios habían aumentado un 12 %. Santa crisis “rescata” de nuevo a la empresa.
Es una realidad tan española como argentina: supermercados y creación de empleo parecen, más bien, un oxímoron.
Son varios los estudios que señalan cómo la apertura de estos establecimientos implica, consecuentemente, el cierre de minimercados, almacenes y otros comercios locales y, en consecuencia, la pérdida de puestos de trabajo. Así, desde los años 80, y en la medida en que la distribución moderna se consolidaba, el comercio tradicional sufría una erosión constante e imparable llegando a ser a día de hoy casi residual.
Y si desaparece el pequeño comercio disminuyen, también, los ingresos en la comunidad, ya que la compra en un almacén de barrio, a diferencia de la compra en una gran superficie, repercute en mayor medida en la economía local. Según un estudio de Friends of the Earth (2009), en Gran Bretaña, un 50 % de los beneficios en el comercio a pequeña escala retorna al municipio, normalmente a través de la compra de productos locales, salarios de los trabajadores y dinero gastado en otros negocios, mientras que las empresas de la gran distribución reinvierten tan sólo un escuálido 5 %.
Asimismo, debemos preguntarnos qué clase de empleo fomentan supermercados, cadenas de descuento e hipermercados. La respuesta es fácil: jornadas laborales flexibles, contratos a tiempo parcial, salarios bajos y tareas rutinarias y repetitivas. Y, ¿qué ocurre si decides organizarte en un sindicato y luchar por tus derechos? Que si tienes un contrato en precario, más vale que te vayas despidiendo de tu trabajo. WalMart, el gigante del sector y la multinacional con un mayor número de trabajadores en todo el mundo, es el ejemplo por antonomasia.
Su eslogan “Siempre precios bajos”, quizá podría sustituirse por el de “Siempre sueldos bajos”. Y no sólo esto, un estudio sobre el impacto de Wal-Mart en el mercado de trabajo local, de 2007, concluía que por cada puesto de trabajo creado por Wal-Mart se destruían 1,4 puestos de trabajo en los negocios preexistentes.
Pero aquí no acaban las consecuencias negativas que la gran distribución tiene para aquellos que participan en la cadena de producción, distribución y consumo. Desde los campesinos, que son los que más pierden con las grandes superficies, obligados a acatar unas condiciones comerciales insostenibles y que les condenan a la desaparición, hasta consumidores instados a comprar por encima de sus necesidades productos de mala calidad y no tan baratos como parecen, hasta un tejido económico local que se fragmenta y descompone. Éste es el paradigma de desarrollo que promueven los supermercados, donde una gran mayoría salimos perdiendo mientras unos pocos siempre ganan”.
* Esther Vivas. Desde Barcelona. Especial para EL DIARIO. Licenciada en Periodismo y máster en Sociología. Forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es autora de varios libros sobre soberanía alimentaria y consumo crítico.
jueves, 14 de febrero de 2013
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