Estar conectados socialmente es una necesidad humana, ¿pero qué sucede cuando esa ligazón entre amigos del pasado y presente se da en un recinto virtual y limitado de que somos tanto protagonistas como espectadores? La hiperconectividad tiene sus consecuencias, y un estudio de la Universidad de Michigan reveló que cuanto más usas Facebook, más triste estás. Sí, al parecer,Facebook te deprime.
En el pasado, y constantemente en la actualidad, ha sido y es comprobado que el papel reflexivamente pasivo ante los medios de comunicación y las fuentes de divertimento erosionan nuestra visión de los mismos, sumiéndonos al imperio de lo externamente impuesto, provocando o al menos contribuyendo a generar en nosotros todo tipo de respuestas emocionales, que van desde la necesidad imperiosa de adquirir un determinado producto hasta la ansiedad omnipresente que deviene de la moderna obligatoriedad social de compartir todo lo que nos pasa, sin poner en cuestionamiento la necesidad real de hacerlo.
Para la mayoría de los usuarios, la red social por antonomasia parece definirse según lo que quienes la componen hacen de ella, aprovechando todo lo que está a su mano y no por lo que se les impone desde los cuarteles generales, en Menlo Park, California. De hecho, la gran parte de los usuarios –y hablamos de más de mil millones de personas- ni siquiera se cuestiona el funcionamiento y la experiencia en Facebook, simplemente la vive, disfrutándola o sufriéndola aleatoriamente en un disciplinado silencio que, sólo muy de vez en cuando, se irrumpe para renegar de cambios en la interfaz del servicio, que duran lo que dura acostumbrarse a los mismos.
La pasividad crítica que tenemos ante nuestra experiencia en lo que no es compartida por algunos científicos, sino que es estudiada para identificar algunas de las consecuencias que tiene nuestra interacción diaria con las invitaciones masivas para juegos, los debates políticos y filosóficos, las celebraciones descerebradas del ego en todas sus formas, las vergüenzas ajenas, la asistencia visual a los éxitos de los “ganadores” en forma de álbumes de fotos, los comentarios hirientes y los totalmente inútiles, los mensajes privados acosadores, el “visto” destructor de relaciones, la lucha interna y externalizada por los “Me gusta” y un largo etcétera que todos, de diferentes formas, compartimos como usuarios (o no, a veces) de Facebook. Todo eso, según un estudio, nos deprime.
El estudio
En una línea, el estudio hipotetizó que cuanto más utilizamos Facebook, más tristes somos. La razón para esto se esconde en lo anteriormente expuesto. Es decir, en la superficie Facebook parece ser la fuente primaria de la satisfacción de nuestra necesidad de conexión social, pero lo cierto -según el estudio- es que en vez de generar esa satisfacción, Facebook puede llegar a socavar nuestro bienestar haciéndonos más tristes y deprimiéndonos ante la sensación de ser menos exitosos queotros o no sentirse lo suficientemente valorados.
El estudio siguió a dos grupos de participantes haciéndoles preguntas muy simples, pero a la vez muy centradas en el control riguroso de cuánto tiempo, cómo habían utilizado la red social y cómo se sentía. A los participantes se les envió un mensaje de texto cinco veces al día durante dos semanas para examinar cómo el uso de Facebook influía en dos componentes del bienestar subjetivo: Cómo se sentían de un momento a otro y qué tan satisfechos estaban con sus vidas. Situando el foco sobre la cantidad de preocupación y soledad que sentían en el momento inicial y al final de las respuestas, el resultado indicó que desde el momento en el que se comienza a usar Facebook hasta el día actual, hay un deterioro de la experiencia. Pero además, también se identificó una variable emocional dentro del mismo día, ya que luego de utilizar durante varias horas Facebook (o de ver mucho contenido de una vez, que sería lo mismo), los usuarios comenzaban a sentirse un poco deprimidos ante lo que veían.
¿Qué pasa cuando una red social que se adoptó con el fin de acercarnos a las personas que habíamos dejado de ver para conectarnos con nuestro pasado y convertirlo en nuestra actualidad se convierte en un fenómeno social que provoca una hiperconexión tan insostenible que hasta nos termina deprimiendo? Los investigadores analizaron que el uso de Facebook tiene cualidades largamente positivas luego de los primeros días de utilización. Ahí es cuando el usuario comienza a encontrar amigos, a visitar todo lo que han hecho, a conocer a sus familias, sus logros. También comienza a interactuar con ellos y hasta se encuentra en alguna reunión, donde la preponderancia de la nostalgia deja en segundo lugar la actualidad de cada una de estas personas adultas y sus formas de pensar y vivir en el mundo, que luego se ven reproducidas en Facebook, pero con un recorte subjetivo y generalmente enfocado a generar una buena recepción.
El poder comparativo que tiene Facebook es imponente, y la competencia social que existe es altamente reconocida, aunque opere más o menos inconscientemente en nosotros. El estudio -así como ya lo repite el sentido común por estos días- indica que en Facebook damos lo mejor de nosotros y que seleccionamos qué compartir, cómo, con quién, cuándo y de qué manera, siempre apostando a generar la mejor recepción posible. Es la preponderancia de la que hablamos más atrás, la de buscar “Me Gusta”; validadores de la posmodernidad que nosotros creemos operan a favor de nuestra –no siempre conscientemente reconocida- inseguridad existencial.
Siguiendo esta hipótesis, el estudio de los científico de la Universidad de Michigan identificó u deterioro en el uso de Facebook a lo largo del tiempo para el usuario promedio, ya que a medida que completa sus comunidades de personas conocidas, lo que le queda es la interacción diaria con lo que estas otras personas comparten en sus muros y en la repercusión que esto tiene en quien los observa y evalúa a través de comentarios y Me gusta, aunque también en silencio e inconscientemente. Los investigadores señalan que “más de tres cuartas partes dicen que comparten sólo las cosas buenas que les pasan con sus diferentes comunidades de amigos en Facebook, mientras que el 36 por ciento dijo que comparte también “cosas malas” Descontando que parte del 36 por ciento no haya sido muy honesto o que la otra parte entienda como positivas cosas que en realidad no los dejan tan bien parados, la preponderancia de la publicidad personal impacta negativamente en la percepción del éxito personal de quien las observa. Pasar muchas horas frente al éxito de los demás, según el estudio, nos hace sentir menos seguros y más tristes, lo que deriva en una depresión leve.
El estudio llamó a esta conclusión la teoría “FOMO” (siglas en inglés de Fear Of Missing Out, “Miedo a estar perdiéndose algo”), sintetizado en el efecto que produce ver a otras personas compartiendo momentos felices mientras que uno está trabajando o simplemente no tiene nada feliz para compartir. A favor de esta postura, otros estudios recientes indicaron que la percepción del aislamiento social en términos de cuán solo se siente alguien, es un determinante mucho más poderoso del bienestar que el verdadero y objetivo aislamiento social que está sufriendo la persona. Así como nuestras relaciones producto de la hiperconectividad, nuestro malestar tiene en parte una raíz virtual, aunque nos exponga a consecuencias reales.
Bajo la misma experimentación, los responsables del estudio hablaron de otra causa posible para la depresión hallada, y es que las personas usen Facebook cuando ya están deprimidas y cuando ya se sienten mal. Según lo expuesto anteriormente, esto no refutaría la teoría FOMO, ya que al terminar el periodo de prueba quienes ya se sentían mal no se sentían mejor, sino peor. PlosOne
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