Esta imagen muestra observaciones por fMRI durante una prueba mental: Las secciones A y B muestran la activación cerebral en niños con y sin conocimientos musicales, respectivamente. La sección C muestra áreas cerebrales que están más activas en niños con dichos conocimientos que en los que no los tienen. (Imagen: Laboratorios de Neurociencia Cognitiva, Hospital Pediátrico de Boston) |
A juzgar por los resultados de una investigación mediante resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) hecha en niños y adultos, aprender a tocar un instrumento musical nos vuelve más inteligentes. Concretamente, el estudio revela una posible conexión biológica entre una formación musical recibida a edad temprana y una mejor capacidad de ejercer funciones cerebrales ejecutivas en la infancia y en la adultez.
Las funciones cerebrales ejecutivas son los procesos cognitivos de alto nivel que permiten a las personas procesar información con rapidez, retenerla en la mente el tiempo suficiente, regular el comportamiento, hacer buenas elecciones, resolver problemas, trazar planes y ajustarse a las cambiantes exigencias mentales.
Dado que la capacidad de ejercer funciones cerebrales ejecutivas es un claro indicador de los logros académicos que se pueden alcanzar, incluso más que el Coeficiente Intelectual (o Cociente Intelectual), los resultados de esta investigación tienen fuertes implicaciones para las políticas educativas, tal como subraya Nadine Gaab, coautora del estudio, de los Laboratorios de Neurociencia Cognitiva del Boston Children's Hospital (Hospital Pediátrico de Boston), dependiente de la Universidad Harvard en Boston, Estados Unidos. La asignatura de música en los colegios, o las actividades musicales extraescolares, probablemente sean para la mente como el deporte para el cuerpo.
Si bien ya está claro que el adiestramiento musical se relaciona con las habilidades cognitivas, pocos estudios anteriores habían examinado sus efectos específicamente sobre las funciones cerebrales ejecutivas. Además, hubo mucha variación de resultados entre esos estudios, y estuvieron limitados por una falta de mediciones cerebrales objetivas, un examen de sólo unos pocos aspectos de las funciones ejecutivas, una falta de adiestramiento musical bien definido, la no inclusión de grupos de control, y un ajuste inadecuado para factores como el estatus socioeconómico.
El equipo de Gaab, Jennifer Zuk, Christopher Benjamin y Arnold Kenyon comparó 15 niños con formación musical, de 9 a 12 años, con un grupo de control de 12 niños sin tales conocimientos musicales y de la misma edad. Para catalogar a un niño como poseedor de formación musical, debía haber tocado un instrumento musical durante al menos dos años en lecciones extraescolares periódicas de interpretación musical. En promedio, los niños habían tocado 5,2 años y practicado 3,7 horas a la semana, empezando a la edad de 5,9 años.) Los investigadores compararon de forma parecida a 15 adultos que eran músicos profesionales en activo con 15 que no lo eran. Ambos grupos de control carecían de formación musical más allá de los conocimientos genéricos habituales adquiridos en la escuela.
Dado que los factores demográficos de la familia pueden influir en si un niño recibe o no clases extraescolares de música, los investigadores equipararon a los grupos de músicos y no músicos sobre la base de la educación de los padres, por categoría de empleo (de los padres o de ellos mismos) y por ingresos económicos familiares. Los grupos, emparejados también por Coeficiente Intelectual, pasaron una batería de pruebas cognitivas, mientras que los cerebros de los niños fueron además sometidos a exámenes por fMRI durante las mismas.
Durante dichas pruebas, los músicos adultos y los niños con conocimientos musicales mostraron un rendimiento mejorado en varios aspectos de las funciones cerebrales ejecutivas. Durante los exámenes por fMRI, los niños con adiestramiento musical mostraron una mayor activación de áreas específicas de su corteza prefrontal mientras afrontaban una prueba que les hacía ir cambiando entre tareas mentales. Estas áreas, el área motora suplementaria, el área presuplementaria y la corteza prefrontal ventrolateral derecha, son conocidas por estar conectadas con las funciones cerebrales ejecutivas. (NAYT)
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