
El camino elegido en esta circunstancia es desgranar ciertas y ,u seleccionadas reflexiones de Boris Cyrulnik el padre de la resiliencia, acompañada de algunas breves acotaciones personales.
Hay daños, dolores, tristezas, que el hombre se autoinflige y otros que padece perse.
Sin embargo la condición humana conlleva el vía crucis.
No nacemos para sufrir. Nacemos para luchar.
Estamos destinados a crecer de manera diferenciada al resto de los que habitan la tierra.
Aunque pretendiéramos ignorar ese supuesto, nuestras voces interiores nos señalan el sendero.
Nuestro cerebro es un fenómeno continuo.
Se construye, ante todo, de las experiencias afectivas de nuestra vida, y, como resultado de las relaciones, del contexto cultural.
Todas ellas influyen en la anatomía misma del cerebro, esa plasticidad es cambio es adaptación, es vida.
La infelicidad y la desgracia son la condición humana misma.
Quien sea que prometen suprimirlas, es un estúpido, un orate, o un perverso.
Veamos el ejemplo de nuestra llegada al exterior.Somos mamíferos acuáticos que entramos en el mundo llorando, muertos de frío, aturdidos por el ruido, cegados por la luz externa.
El llanto es la expresión de un primer sufrimiento. El niño busca en la madre el refugio. ¿Qué necesidad tendría de ese refugio si se encontrara bien?
El nacimiento es el primer contácto físico y emocional prolongado que experimenta el niño, y nunca lo olvida, quedando totalmente grabado en el inconsciente de la psique.
Nos desarrollamos en función de la superación de los miedos y los sufrimientos.
La felicidad no es escapar de ellos, sino afrontarlos y superarlos.
Igual que apreciamos el agua cuando tenemos sed, percibimos la felicidad cuando hemos experimentado con anterioridad la tristeza.
Es un fenómeno de alternancia, como la respiración.
Uno tiene que sufrir para ser feliz. La felicidad no es lo opuesto al dolor.
Sin dolor nuestras vidas serían vacías, irrelevantes.
Se trata de una realidad que puede explicarse desde el punto de vista psicológico y desde el punto de vista neurológico.
Hay placer en el dolor y dolor en el placer, sin que lleguemos al límite del masoquismo.
Cuando sobreestimulamos el área del placer, terminamos estimulando el área del dolor. E igualmente ocurre al revés.
La ausencia de dolor podría decirse que es una patología. Porque niega nuestra condición humana.
Esteban Prego
No hay comentarios:
Publicar un comentario